Atravesaba el pasillo central con la sensación de que
el recorrido no iba a terminar nunca, estaba muy lejos el final para mi cuerpo
torpe y cansado. En esas disquisiciones andaba yo, cuando un aroma me enturbió la
mente. El alivio de mi cuerpo enfermo y febril se hizo patente con la llegada
del olor a un recuerdo pretérito pero reciente. No era un aroma común; sólo yo
conocía su significado, sólo yo podía interpretarlo como el resultado de una
noche de pasión y sexo, como la imagen de la lujuria que había ido hasta allí
para rememorar el placer físico.
Algo revelaba que no era exactamente la imagen que
percibía en mi cerebro, pero igualmente despertó la sensación. Quizás fuese un
perfume de mujer, sin embargo, faltaba algún ingrediente corporal en su fórmula.
Un dulce estado de agitación se apoderó de mi sistema
nervioso y no pude más que darme la vuelta para descubrir la portadora de tal
fragancia que me resultaba tan familiar. Ahí acabaron todas las especulaciones:
no era ella la que se mostraba en la parte oscura de mi cabeza, aunque sin duda
la miel había alcanzado mis labios y no dejaría de tener en todo el día el
sabor dulce de la excitación.
Efímera pero excitante, como ese recuerdo...Me gusta.
ResponderEliminarLos olores... ¿No es increíble cómo nuestro cerebro es capaz de vincular un montón de recuerdos (imágenes, sonidos, emociones) a un simple olor?
ResponderEliminarA mí también me gusta.
La mayoría de las veces recuerdos y olores son inseparables. Tienen razón. Creo que de ahí salen estas líneas. Los sentidos son fundamentales para la construcción de la realidad, ¿o debo decir irrealidad? ¡Qué más da!
ResponderEliminarCierto,con los olores revivimos sensaciones. Los identificamos con vivencias personales y hasta me atrevería a decir, del subconsciente.
ResponderEliminarMe ha gustado el relato.
Dalper