miércoles, 26 de noviembre de 2014

Record-mendaciones: grunge, un toque semiprogresivo y mucho rock and roll

Lightning Bolt de Pearl Jam: Sigue dando jugo. Quizás no sea el mejor disco de la mejor banda grunge de la historia, probablemente no, seguramente no. Pero la esencia de la mermelada de perla está justo aquí: esos medios tiempos emocionantes y contradictorios, que nos hacen ser felices al mismo tiempo que se nos cae una lágrima. Puro sello Eddie Vedder y Cía.



World on fire de Slash: Caminando en buena compañía. En realidad, esta es una doble recomendación: Slash, un disco de 2010 de colaboraciones, aunque muy logrado, y World on fire, en el que definitivamente al músico se ha unido Myles Kennedy formando perfecta conjunción. Alejado ya de la órbita que suponía Guns N´Roses, el peluche de Slash demuestra, si es que tenía algo que demostrar, que está en forma, como cuando de sus dedos brotaron auténticos clásicos como Mr. Brownstone o Nightrain. En esta etapa de su vida no quiere ni oír hablar de la reunión con los gunners, ese simulacro actual mal ejecutado liderado por el juguete roto que es Axl en la actualidad.



The Essential de Richie Kotzen: Cuerda para rato. Desde hace ya años conocíamos a este virtuoso guitarrista. Pero para este blog ha sido una sorpresa muy emocionante poder prestar oídos, primero, a su trabajo con The Winery Dogs, donde mostraba también su talento a la voz; y ahora, este disco recopilatorio (con parte eléctrica y acústica). Un rock básico hecho y mostrado con mucha maestría, cada acorde en su sitio, sin florituras pero intenso. Zas en toda la boca para los que piensan que los virtuosos solo hacen música para otros músicos.



Second Nature de Flying Colors: Sobrevolando horizontesEl segundo trabajo de esta superbanda, apelativo un tanto manido últimamente, es otro trabajo para enmarcar. Eso sí, tras la reiterada escucha de esta obra, nos atreveríamos a decir que la senda compositiva estuvo marcada por algunos componentes más que por otros (léanse Neal Morse y Mike Portnoy). Y eso se nota. Este segundo trabajo tiende más a la onda progresiva en detrimento del asombroso y atractivo eclecticismo de su ópera prima. Si exceptuamos el segundo tema Mask Machine, una creación que podía haber encajado perfectamente en el álbum debut, este trabajo toma esos derroteros, inevitables por otra parte. No obstante, es una obra accesible, ya que no abandona nunca el matiz comercial añadido, entre otros, por el cantante Casey MacPherson. El tiempo pondrá esta creación en el lugar que le corresponde, bien alto.



Lazaretto de Jack White: Como en madera y yeso. El exmiembro de los White Stripes lanza su segundo disco con resultados contradictorios. Al del look a lo Tim Burton, esto de la música a veces se le va de las manos. Da la impresión de que intenta cubrir algunas carencias musicales mezclando diferentes estilos, desde el folk hasta el garage, pasando por el blues o el country, la sicodelia o el poprock británico, o tiñendo sus creaciones con efectos de pedalera (¿intento de ser top trending?). Sin embargo, ha conseguido captar nuestra atención y, aunque no sea un disco cohesionado, vale la pena darle una oportunidad porque tiene cortes muy agradables al oído, producto de su maravillosa mente inquieta.




Shine de Bernie Marsden: La sombra de la serpiente es muy alargada. Acercarse al disco de Bernie sin mostrar una sonrisa cómplice en la boca es muy difícil. El viejo zorro ha creado aquí lo que pudo haber sido el álbum que precediese al Saints & Sinners de Whitesnake. Una humilde y apenas promocionada pero formidable obra, que registra los ritmos rockanroleros y bluesies propios de la época británica de la Serpiente Blanca, al que se le suman baladas, medios tiempos y un toque de AOR. Colaboraciones de lujo como Joe Bonamassa o los purple Ian Paice y Don Airey. Pero el guiño está claro cuando David Coverdale acepta de buen grado, tras su renovada amistad, revisar en este disco uno de los clásicos creados conjuntamente allá por el año 1978: Trouble