lunes, 30 de diciembre de 2013

En el principio fue la música, el arte de las musas

Sin música la vida sería un error
Friedrich Nietzsche





Después de un duro día de trabajo, te trasladas hasta el aparcamiento y entras en el coche; dedo al botón del play y el cansancio va desapareciendo de vuelta a casa gracias a la música. Esto es un sencillo, pero habitual, ejemplo del poder reparador de esta arte. Ya en la Antigüedad Clásica, Platón decía que la música es al alma lo que la gimnasia al cuerpo.

Aunque algunos hayan pretendido históricas asociaciones malévolas, como hizo Hitler con Wagner, la música es un lenguaje universal que no entiende de idiomas, ni de culturas, ni de razas, ni de religiones, ni de sexos… Según el escritor Gonzalo Moure, «la música es el medio para comunicar lo que las palabras no pueden».

La Fundación Barenboim Said formó en 1999 la WEDO (West-Eastern Divan Orchestra), compuesta por talentosos músicos palestinos y judíos con sede en Sevilla, y cuya máxima defiende que “el conocimiento es el principio”. Es muy difícil imaginar que estas dos culturas tan enfrentadas desde hace más de sesenta años se unan con facilidad para crear arte, para crear música, dejando de lado cualquier dogma o precepto. Pero la música lo traspasa todo.

El compositor Eric Whitacre consiguió reunir un coro virtual de unas dos mil voces para unir todo el mundo a través de la música.

Hay sociedades sin escritura pero ninguna sin música. Leonard Bernstein decía que «la música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido». Cuando se escucha música en grupo se produce una actividad emocional que nos une, se forjan lazos sociales, se rebajan las tensiones y se fomenta la cooperación. Como apostillaba Robert Browning, un poeta inglés del siglo XIX, «el que escucha música siente que su soledad, de repente, se puebla». Unos siglos antes, Cervantes escribía que «la música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu».

Recientemente se ha descubierto que al escuchar música se activan las áreas del cerebro que se encargan de la imitación y la empatía (neuronas espejo). Aprendemos a hablar al escuchar los sonidos musicales del lenguaje. Cuando hablamos cantamos, le damos ritmo a la conversación para transmitir una u otra sensación.

La música nos hace sentir cosas diferentes según el momento. Nos hace identificar personas, lugares, situaciones... Forma parte de nuestra vida como un elemento imprescindible. Recordamos nuestras épocas pasadas apoyándonos en canciones que forman parte de nuestra particular banda sonora. La música proporciona recuerdos, sí, también tristes. Y así, se puede decir que una canción no gusta porque es capaz de evocar un momento de la vida que no satisface. No obstante, la música da unas pinceladas y transforma el peor momento en una obra admirable.





La música inunda otras artes, como el cine, para completarlas. La banda sonora de una película nos traduce las emociones y estados de ánimo de los personajes; sin ella el cine pierde contenido o produce una ambigüedad que no es deseada por el director (a veces sí lo es). El mismísimo Steven Spielberg decidió que la vida extraterrestre se comunicaría con nosotros a través de una serie de cinco notas en aquella inolvidable Encuentros en la Tercera Fase.

                            Michael Matijevic  fue la voz de Mark Wahlberg en Rockstar



No hay estación del año que no recordemos gracias a ella, como los villancicos en Navidad o la canción del verano. La música es parte de la publicidad; relacionamos una marca comercial con una sintonía o canción. No es gratuito que muchas empresas nos hagan esperar al otro lado del cable telefónico con una musiquilla. No hay tienda, pub o centro comercial que se precie que no esté ambientada con canciones acordes a la situación. Y no existe una buena fiesta si no hay música de fondo.



De todas las artes, la música es la más solidaria. Muchos músicos pertenecen a organizaciones como Axis of Justice, una organización fundada por Tom Morello de Rage Against The Machine y Serj Tankian de System Of A Down con el fin de buscar mejoras en la política social. Se graban discos benéficos como No Boundaries para recaudar fondos a favor de los refugiados kosovares y en el que han participado artistas tan dispares como Pearl Jam, Black Sabbath, Alanis Morissette, Neil Young, Jamiroquai o Shakira. O se organizan conciertos con los mismos fines, en los que se crea una magia que no aparece en ningún otro tipo de espectáculo. Es el momento en el que algo inexplicable se apodera del entorno tocando conciencias. No es de extrañar que el reputado director de orquesta Pablo Heras-Casado esté convencido de que la música es una combinación de análisis y pasión.



La música es el arte más directo, entra por el oído y va al corazón. La música en vivo es la interacción de las musas. Quizás algo de lo que otras artes carecen. Es el momento en el que se presenta la obra de arte al público en tiempo real.

En 1969 Woodstock representaba a toda una generación unida para protestar contra la guerra y en favor de la paz y el amor. Más de 400000 personas se dieron cita durante los tres días que duró el evento, pese a la lluvia que tiñó de sepia su recuerdo.




El Live Aid, concierto promovido en 1985 por Bob Geldof, reunió simultáneamente en Wembley y Filadelfia a los mejores artistas del momento en favor de los pueblos de África Occidental que sufrían una grave sequía. La actuación de U2 fue una de las más memorables cuando abrieron su actuación con la muy simbólica y emblemática Sunday Bloody Sunday o cuando sacó del público a una fan enfervorizada y bailó con ella. Mientras tanto, en la otra orilla del Atlántico las piernas de Tina Turner se deslizaban por el escenario para acompañar a un hiperventilado Mick Jagger.




1989. Moscow Music Peace Festival. Era la primera vez que las mejores bandas de hard rock cruzaban el histórico Telón de Acero para darse cita en un enorme espectáculo a favor de la paz y en contra de las drogas, aunque la mayoría de los músicos participantes llegaron en su particular vuelo psicotrópico. El público del Lenin Stadium de Moscú enloqueció y se levantó de sus asientos desde el primer momento (cosa que se les tenía totalmente prohibido). Los soldados, que hacían de seguridad, no pudieron más que despojarse de sus chaquetas y gorras uniéndose a la gran fiesta. Tres meses más tarde caía el Muro de Berlín y dos años después la Unión Soviética. No es de extrañar que al evento se le bautizara como el día en que las guitarras fundieron el Telón de Acero. Si esto no se incluye en los libros de Historia, Herodoto se removerá en su tumba.




Parece que todo lo que podemos expresar sobre esta bella arte se queda corto o es insignificante. Las musas me atraparon hace muchos años y no me han dejado salir de su universo. Pero tampoco yo he necesitado en ningún momento huir de su en(canto).



sábado, 21 de diciembre de 2013

Un toque de canela o la sal de la vida

Si miramos atrás en los andenes la imagen permanece como una promesa



Un toque de canela es un inquietante drama cómico lleno de simbolismos que descubre en su trasfondo los problemas históricos entre los pueblos griego y turco. La historia se repite: muchas familias tuvieron que separarse para no volver a verse en muchos años. Los turcos expulsan a los griegos de Estambul por ser griegos y los griegos reciben a estos como turcos. Decidir entre tu padre o tu madre, escoger convertirte a otra religión o poner las creencias e ideales por encima de todo. Demencial, pero real. La triste y vieja historia.

Con la temática gastronómica en forma de metáfora de la vida misma, la obra recuerda la estructura y receta utilizada por la mexicana Como agua para chocolate.

La madurez actual del protagonista Fanis nos remite al recuerdo de su infancia y a la preparación de cualquier comida que se precie.

Los entrantes suponen las primeras lecciones culinarias de su abuelo Vassilis, o lo que es lo mismo, las primeras lecciones de la vida. Vassilis enseña a Fanis (g)astronomía a través de un juego etimológico constante a lo largo de todo el largometraje. Ese detalle lúdico aparece tras el velo de un realismo mágico oriental que nos transporta a pasajes de Las mil y una noches. La guinda de este periodo lo pone la adorable Saime, la niña que baila para Fanis.


 Tenía la habilidad de evocar sin provocar

El plato principal coincide con el  momento de brillantez de un joven capaz de afrontar la vida de otra manera distinta a la de los demás y crear platos sospechosamente deliciosos. Y ya se sabe, los necios mundanos se conjuran contra el genio.

Los postres suponen el reencuentro de Fanis con los valores tradicionales de la familia, la vuelta al pasado desde la perspectiva actual, una visión deformada del recuerdo que se mantiene intacto. Así se lo hace saber su tío, un experimentado capitán de barco: «Hay dos tipos de viajeros en la vida: aquellos que parten y aquellos que retornan; los primeros miran el mapa, los segundos miran al espejo». ¿Seguirá siendo todo igual?

Magistrales saltos temporales utilizados por el director dan linealidad a la historia más que hacernos perder el hilo narrativo. Como ejemplo, la escena en la que Fanis ayuda a un anciano a encender la vela en un templo ortodoxo, tal como había hecho su abuelo Vassilis con él treinta años antes.

La película inunda nuestros sentidos, sobre todo el olfato y el gusto, cosa extraña para un arte que casi siempre entra por los ojos. Las especias en la comida es lo que diferencia un plato de otro. La canela tiene el poder de hacer que las personas se miren a los ojos. Tiene el sabor del pezón que amamanta al recién nacido (y también al adulto). Es el sabor femenino por excelencia: dulce y amargo. Sí, la canela es lo más importante de todo, o lo es la astronomía, o lo es el amor.

martes, 26 de noviembre de 2013

Desde que soy mujer (relato)

  



  Desde que soy mujer todo es distinto. He experimentado muchas sensaciones extrañas y nuevas para mí. Mi cuerpo se balancea de una manera diferente cuando camino, formando un pequeño ritual exótico al que me estoy acostumbrando gratamente. Puedo ver la tele y leerme un libro al mismo tiempo con total comprensión. Me molesta ver lo tontos que suelen ser los personajes femeninos de las películas de domingo por la tarde. En realidad, eso también me molestaba antes, cuando era hombre. Si busco la mantequilla en la nevera o la factura de la luz del mes pasado las encuentro siempre en su sitio. Qué bien me hace sentir eso.

   El lunes, maldita sea, en una tienda de ropa corregí a un tío que había confundido el naranja con el rosa palo. ¿Estaba ciego o qué? Sin embargo, me encantó que me mirase de aquella forma al salir de allí. Me sonrojé y se me escapó una pequeña sonrisa.

   El martes un señor me cedió el paso al salir de las oficinas del banco y lo censuré con la mirada. Sin embargo, ese mismo día por la tarde, un hombre se introdujo delante de mí en el ascensor y lo tildé de maleducado. Bueno, por lo menos no era la misma persona de la mañana.

   El miércoles estábamos todas mis amigas juntas a la mesa con dos compañeros de trabajo y, no sé cómo, se torció la cosa. Formamos un alboroto tremendo. Yo alababa las habilidades de mis amigas hasta que de repente noté que me estaban sacando ventaja frente a los chicos. Sentí un impulso extraño y empecé a retarlas verbalmente. Me molestaba que mis compañeros se fijaran más en ellas que en mí. Sentir eso es lo que me molestaba en realidad. Por suerte fui un momento al baño y allí, mientras me liaba con la ropa que me tenía que quitar, reflexioné y determiné que tenía que irme a casa. Ya no me lo estaba pasando bien. ¡Dios!, ¿qué me pasa?

   El jueves Juan, el chico guapo que trabaja en la oficinas de al lado, me dijo que me sentaba muy bien el pantalón que llevaba y yo le respondí irónicamente: «Sí, supongo que igual que el lunes y el martes pasado». Ahora lleva un par de días raro conmigo y no sé por qué. Incluso creo que me esquiva. Hay que ver cómo son estos tíos. Antes, cuando no me hacía ese tipo de comentarios, me llamaba más la atención. Ahora, me parece uno más. 

   ¿Qué querría decir este viernes por la mañana mi jefe cuando me comentó que teníamos que hablar para acordar una estrategia común para la nueva campaña? Seguro que ya tiene algo planeado, seguro que lo que quiere es decirme que no cuenta conmigo esta vez. Debe ser eso, pues la última vez tuvo que admitir que mi alternativa era mejor que la de él. Supongo que querrá dejar claro quién es el jefe.

   El sábado le conté a mi amiga Marta todo esto y ella cree que tengo una visión equivocada, que todavía tengo algo de hombre dentro de mí y por eso estoy confundida.


   Sinceramente, es más fácil ser hombre. Pero los domingos tengo más tiempo para mí y se me pasa la idea de dejar de ser mujer cuando me voy al espejo, me miro, me quito el sujetador y me presiono las tetas con mis manos aún masculinas.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Parábola del argumentario español



Cuando era niño, Antonio jugaba con su amigo Jorge. Sus padres les habían puesto las cajas de juguetes en el suelo del comedor. Antonio se fijó primero en la caja de su amigo y protestó: esta tenía más juguetes que la suya, o eso es lo que él creía. Se esforzó muchísimo en dejarlo claro una y otra vez y, por mucho que los padres usaron cualquier tipo de argumento para hacerle entender, Antonio no aceptó aquello y no paró hasta que trasladaron algunos juguetes de la caja de Jorge a la suya. Jorge no entendía nada y se mantuvo apartado y expectante durante mucho tiempo, en silencio.
A los 12 años, los padres de Antonio y Jorge decidieron dejarlos salir  juntos. Les pusieron un horario de vuelta y les dieron algo de dinero a cada uno. Aun sin haberse fijado en lo que su progenitor le había dado, a Antonio le pareció que el padre de Jorge había sido más generoso con este. Solo tuvo ojos para lo que había percibido su amigo y determinó que era mucho más de lo que a él le habían aportado. Una auténtica injusticia, pensó Antonio, y decidió que ya no tenía ganas de salir.
Agolpados tras las listas del tablón de anuncios, los resultados de las pruebas de selectividad arrojaron un 8.2 para Antonio. Jorge le sonrió y, con un golpe en la espalda, lo felicitó entusiasmado. Ambos se abrazaron. Pero Antonio se dio la vuelta y deslizó su dedo por el papel hasta alcanzar el apellido de su amigo. Todo se vino abajo: Jorge había obtenido un 9.1. Intentó disimular su reacción, pero un ardor le recorría el cuerpo. Hizo un comentario insincero y adujo excusas poco claras para marcharse de allí.
Aunque Antonio se fue a estudiar a Salamanca y Jorge a Barcelona, años más tarde coincidieron en la misma empresa aeronáutica. La amistad entre ambos no era la de antaño y ya no hablaban como antes. Antonio se enteró por un compañero de que Jorge atravesaba económicamente un mal momento. Sus padres habían muerto y le habían dejado como herencia una multitud de deudas.
Cuando llegó Navidad, los jefes decidieron hacer regalos económicos a sus trabajadores. La empresa no supo elaborar con elegancia la entrega de estos premios y adjudicó directamente sobres con dinero en mano. Cuando estaban haciendo el brindis de despedida, Jorge fue al servicio y dejó el sobre a la vista de Antonio. Una fuerza misteriosa, pero extrañamente conocida, hizo que Antonio comprobara el interior del envoltorio sepia. Vio que su amigo Jorge tenía el sobre prácticamente vacío y que, curiosamente no se había quejado. Esto lo dejó helado, pues su propia moral le avisaba de la situación controvertida en la que se encontraba. Aun así, le restó importancia, cerró su propio sobre y lo apretó con su mano derecha para que no se le escapara de allí dentro ni un solo céntimo.


lunes, 7 de octubre de 2013

Perr(l)as de música: resaca del verano

     The Winery Dogs de The Winery Dogs. Sin duda, será uno de los mejores discos del año. Un soplo de aire fresco que viene a las mil maravillas para reflotar, con la extrema calidad de sus creadores, la exquisitez y sencillez del rock clásico: Richie Kotzen (Kotzen/Howe Project, Poison, Mr. Big), presta su desconocida voz, que recuerda muchísimo a la de Chris Cornell, a la vez que se encarga magistralmente de las seis cuerdas; el gran Billy Sheehan (Mr. Big, Steve Vai) a las cuatro cuerdas; y, el omnipresente y versátil Mike Portnoy a las baquetas en su enésimo grupo. Un power trío de lujo que no tiene pinta de perdurar en el tiempo. Ojalá nos equivoquemos. Mientras tanto, a disfrutar de mucha melodía.



     13 de Black Sabbath. Los inventores del heavy metal han superado sus diferencias y han vuelto para quedarse un poquito más, aunque no pudieran terminar de convencer a Bill Ward (¿pretensiones económicas?). Pero no se rindieron y, ni cortos ni perezosos, han contratado a Brad Wilk de Rage Against The Machine. La voz de Ozzy suena mejor que nunca, incluso parece que ha perdido esa nasalidad que a los menos adeptos molestaba. Geezer Butler, creador de todas las letras, está majestuoso y Iommi se encarga de resucitar el temible tritono para aterrorizar al mundo.



   Heavy Metal Music de Newsted. El hijo pródigo regresa tras la expulsión, pero no a su antigua casa de Metallica. Tras su fugaz paso por la interesante banda alternativa Echobrain y algunas otras, Jason Newsted se planta con este disco de título simbólico que se mezcla con un trash metal bastante correcto, pero nada sorprendente. Salvando las grandes diferencias cualitativas, el sonido se podría situar entre su exbanda Metallica y los Megadeth de Dave Mustaine, el otro desterrado de aquella primera banda. Casi convendría que Newsted se uniera a este último y formaran algo más interesante juntos.



   Device de Device. Si te gustaron Disturbed y no te importa que se le haya sumado a su sonido un salpimentado de música electrónica, casi imperceptible, no hay duda de que los degustarás. Se había dicho que la voz de David Draiman pasaba por graves dificultades, pero debe haberse recuperado del todo porque no se nota absolutamente nada: la melodía sigue saliendo despedida de su boca acompañando al ritmo de forma única.




    Loud like love de Placebo. Esperadísimo regreso de esta banda que siempre ha sonado diferente a todo lo demás. Sin afirmar que su anterior Battle for the sun fuera un mal disco, con este han vuelto a reafirmarse sobre su sonido inicial, que aún tiene mucho que decir. Aunque se  ha criticado las letras de esta última obra por redundar en los mismos temas juveniles desde hace años, los que estamos más pendientes de la melodía, riffs y ritmos, disfrutaremos de esta nueva entrega muy bien equilibrada. Sin duda.


miércoles, 2 de octubre de 2013

Infancia

Andar por la calle subiendo y bajando de la acera
dando vueltas sobre mí mismo
en círculos
detener el tiempo
atendiendo a un bichito que cruza la baldosa
y matarlo cuando mi madre me llama a capítulo

Incorporarme como cuadrúpedo
con el amortiguador hidráulico
con la cabeza más baja
consiguiendo un mareo
manteniendo malamente el equilibrio
semiflexionando las rodillas
para volver a postura humana

Reír a carcajadas entrecortadas
cuando mi tío me hace cosquillas
con los labios en la barriga
y se me estremece todo el cuerpo

Tirarme al suelo sin aterrizaje previsto
para tocar con las manos
la bola de papel que se ha caído
del escritorio de mi hermana

Señalar todo ser en movimiento
sin ningún motivo
con el dedo dictatorial encorvado
para que miren
simplemente, para que miren

Tararear una melodía
ajena a cualquier realidad musical
mientras ruedan los juguetes
motorizados con un empujón trasero

Negar con la cabeza la cucharada de puré
por costumbre, no por disgusto,
que mamá prepara con tanto cariño

Todo muy normal
hasta que me pregunto
¿Por qué todo el mundo me habla
como si fuera idiota?

Vikowski


domingo, 11 de agosto de 2013

Una cena literaria

   La siguiente entrada no es una idea original sino que fue inspirada en la propuesta interesante de otro blog, que a su vez fue inspirado en otro… La idea era hacer una lista de personajes literarios a los cuales invitarías a una cena. Decidí dar mi aportación, aunque seguro que la lista cambiaría cada vez que la volviese a hacer. Sigo el orden en el que fue planteado este asunto:



   1.- Un personaje que cocina o le gusta cocinar. Jean-Baptiste Grenouille (El perfume de Patrick Süskind). Ya sé que sus “platos” son un tanto macabros y no son exactamente “platos”, pero no podemos negar que olfato tiene de sobra. Lo sé, lo sé, el morbo me corrompe.



   2.- Un personaje que patrocine la cena. Henrik Vanger (Los hombres que no amaban a las mujeres de Stieg Larsson). Dinero no le falta y, si atendemos a sus premisas, tendremos todo lo que pidamos.



    3.- Un personaje que monte una escenita. Ignatius J. Reilly (La conjura de los necios de John Kennedy Toole). Seguro que no nos dejará indiferentes. Algo se le ocurrirá de repente, aunque habrá que tener un poco de estómago.



    4.- Un personaje divertido. Alonso Quijano (Don Quijote de La Mancha de Cervantes). Por mucha distancia que haya en el tiempo, no deja de hacerme sonreír ni de inspirarme.



   5.- Un personaje popular. Voltaire (El jardín de las dudas de Fernando Savater). El personaje intelectual mezclado con el personaje de pasiones más humanas gracias a una mujer.



    6.- Un villano. El Diablo (El rabo del diablo de Francisco Galván) Me encanta que, por primera vez, el Diablo no quiera el alma del protagonista sino “tirarse” a su mujer.



   7.- Una pareja, no necesariamente romántica. El protagonista treintañero y sin nombre, Pablo López en la versión cinematográfica, y la adolescente Rosana, María en la película, (La flaqueza del bolchevique de Lorenzo Silva). Una relación que parte de una venganza y que se convierte en admiración, atracción y respeto entre ellos. Será interesante ver cómo se miran.



   8.- Héroe o Heroína. Allan Karlsson (El abuelo que saltó por la ventana y se largó de Jonas Jonasson). Lo mismo salva o mata dictadores que inventa la bomba atómica. Increíble.



   9.- Un personaje menospreciado. Carpo (A la intemperie de Álvaro Durán). Un desgraciado que puede ser cualquiera de nosotros, entrañable. Además puede llevar algún “condimento interesante” para después de la cena.



   10.- Un personaje de tu propia elección. Guillermo de Baskerville (El nombre de la rosa de Umberto Eco). Ante semejante elenco de comensales, deberá haber alguien que ponga algo de cordura en esta mesa.

viernes, 2 de agosto de 2013

Una misma fórmula y tres resultados diferentes

   Hay tantos buenos clásicos que aún no hemos leído, que normalmente no tenemos mucho tiempo para los bestsellers actuales. Sobre todo porque cuando se encuentra una fórmula que vende, se repite una y otra vez hasta la saciedad y el aburrimiento. No obstante, queremos destacar tres novelas que nos han producido cierto interés en los últimos diez años.




   Los hombres que no amaban a las mujeres. (Stieg Larsson, 2005). Stieg Larsson es una prueba más de que los novelistas del frío norte europeo y los títulos infinitos están de moda y de que en los últimos cincuenta años los autores que triunfan proceden del mundo periodístico. Es probable que García Márquez haya colocado una de las primeras piedras del camino. Pero el autor sueco nunca llegó a ver su obra publicada, ya que murió en 2004 de un infarto (demasiada afición a la comida basura).

   Como en la novela de Jonasson, de la que hablaremos más abajo, lo que más difícil se nos hace es retener toda la onomástica procedente del mundo de Ikea. Hay que hacer un pequeño esfuerzo, pero se puede. Se trata de una novela negra y de suspense (primera de una trilogía) con una trama complicada al principio por esa unión entre el enrevesado mundo empresarial y el periodístico, pero que rápidamente nos sumerge en la historia sin ningún problema en cuanto focalizamos el tema central del relato. Muy acertada en las descripciones de los personajes: es muy fácil imaginarnos ante qué tipo de seres humanos nos encontramos.

   La obra tiene dos adaptaciones cinematográficas, una sueca (un tanto fría como el país) y otra norteamericana (más vistosa), aunque en esta última existen algunas deformaciones con respecto a la versión original literaria.





   El código Da Vinci (2003, Dan Brown). Al margen de los errores históricos, geográficos o religiosos propios de los novelistas norteamericanos en cuanto al viejo continente se refiere (que podemos obviar en cuanto novela de ficción), nos encontramos con una trama intrépida, llena de acontecimientos en cascada que apenas nos dan tiempo de digerir el suceso anterior para sumergirnos en el siguiente. Quizás se echa de menos una redacción algo más literaria, pues la obra posee una escritura más cercana al guion de cine. Poco trabajo tendría el scriptwriter para redactarlo posteriormente y tener éxito con una buena película, aunque no nos acabemos de creer el personaje interpretado por Tom Hanks. Tras leer la novela algunos nos imaginábamos a un personaje algo más intelectual y maduro.



Quienes sólo saben contar la verdad no merecen ser escuchados

   El abuelo que saltó por la ventana y se largó. (2009, Jonas Jonasson). Humor por los cuatro costados al estilo de Eduardo Mendoza o Juan José Millás. Una narración que viaja del presente al pasado y viceversa para contar la historia imprescindible de un hombre a punto de ser centenario. Una historia inmersa en la Historia con gran maestría, dinamismo y desfachatez a través de una recopilación antojosa de hechos y una crítica social bastante ácida. Delirante narración que no pierde en ningún momento su hilo conductor en el que se producen encuentros surrealistas del protagonista con sórdidos personajes como Franco, Churchill, Mao o Stalin. ¿Que cómo es esto? Pasen y lean. Una vez leída se nos antoja que la manera irónica con la que despacha hechos históricos de cualquier índole sea la única forma verosímil de explicar nuestro disparatado presente. ¿Para cuándo la película?

miércoles, 17 de julio de 2013

Seducir y destruir: Magnolia


  
    Rescatemos hoy una gran obra del cine contemporáneo.
   Estamos ante un melodrama que es resultado del cruce entre el David Lynch de Corazón salvaje y el Sam Mendes de American Beauty. Por cierto, esta última del mismo año 1999 y la que le arrebató ¿merecidamente? todos los premios. En fin, otra obra maestra.

   La película narra los acontecimientos sucedidos en unas pocas horas a unos imperfectos personajes llenos de remordimientos, recuerdos horribles y traumas, que están destinados a unirse de alguna forma. Todo ello encabezado por una introducción al más puro estilo tarantiniano. Ese modo de narrar (sin copyright) que más tarde heredarían magistralmente otros cineastas como Paul Haggis en Crash y en el que las historias, en principio subsidiarias, se vuelven primordiales abriéndose casualmente como pétalos por capas para formar una espléndida flor gracias a las estrictas reglas de la naturaleza.
   Se trata de un auténtico y extraordinario derroche por parte del guionista-director-productor Paul Thomas Anderson, ya que se unen en una misma historia nueve tramas que bien hubiesen dado para nueve grandes guiones y otras tantas películas.
  Algunos papeles parecen haber estado perfectamente fabricados para los actores, pues les vienen como anillo al dedo: Tom Cruise representando su realidad ficcionada y Julianne Moore al borde de la esquizofrenia, su mejor versión. Junto a ellos unas espectaculares actuaciones de ¿secundarios? de lujo como Jason Robars (¿un augurio de su propia muerte?), John C. Reilly, Philip Seymour Hoffman, Philip Baker Hall, William H. Macy o Melora Walters.
   Es una de esas películas que hacen que te pegues a la butaca por curiosidad, por imprevisibilidad, por intriga y por inquietud. Sí, es una de esas películas en las que hay mensajes encriptados que no interrumpen el desarrollo del film ni lo hacen en absoluto aburrido, pero que crearán múltiples comentarios después de verla. Varias escenas relacionadas con estas curiosidades pasarán a la historia de este arte y seguro que encabezarán programas relacionados con el cine. No se dejen engañar por estas imágenes.




    Seducir y destruir es el lema autoimpuesto por el personaje de Tom Cruise, y seductor y destructivo es este film en el mejor sentido, como lo es la banda sonora compuesta por temas de Aimee Mann. A ella se suman otras cuatro canciones. Entre ellas, The logical song de Supertramp. Qué bien suena esa canción con una copa en un bar pasada la medianoche. Juzguemos en silencio como hizo Frank C.J. Makey.





miércoles, 3 de julio de 2013

Herejía del escarabajo: (des)montando a los Beatles III


Yellow Submarine. ¿Qué es esto? La sexta herejía, pero en este caso son ellos los herejes.



Abbey Road. Mientras Paul iba a lo suyo, John no paraba de decir que la música que componía su compañero era de abuelitas. Y en algunos casos era cierto, aunque casi mejor haberse callado si tenemos en cuenta parte de su postrera producción en solitario. Además, el álbum se grabó, afortunadamente, gracias al empecinamiento de McCartney, que contribuyó con un fabuloso medley del que destaca el corte Carry That Weight. En realidad, nadie debió quejarse de nadie, pues las composiciones de cada uno por separado no daban para un disco del nivel que hemos estado hablando. Estaba claro que las relaciones dentro de la banda eran nefastas, pero firmaron un armisticio durante el verano de 1969 para grabar esta obra que se encuadra ya, sin ninguna duda, dentro del género del rock.

El resultado es un disco de composiciones individuales en el que colaboraba el resto. Eso se nota desde la primera escucha pero, ¿acaso no fue siempre así? Da igual, el disco no desentona con su trabajo anterior, que parecía insuperable. A la mencionada contribución de Paul, John se marca dos trallazos: uno, el conocido Come Together, compuesto inicialmente para la campaña del controvertido Timothy Leary, defensor de la legalización de las drogas; y, otro, I Want You (She´s so heavy), una fabulosa mezcla de hard rock, rock progresivo y blues, en el que la letra es lo de menos.



En medio, Harrison da una pincelada con una dulce Here Comes the Sun para saltarse por completo el guion y hacer paréntesis ante el duelo de titanes. En la grabación se nota cómo han ido creciendo como músicos: John y Paul esforzándose por cantar mejor que el otro; las guitarras tomando protagonismo con solos sentidos y de nivel; Paul trazando una línea de bajo muy trabajada… Si sumamos todo esto a las leyendas que surgieron alrededor de este disco, el éxito comercial estaba asegurado: ¿muerte de Paul McCartney?, ¿pistas misteriosas en el disco?

Let it be, un flashback. ¿Es este el as en la manga que escondía Apple Records? Con las cartas marcadas gana cualquiera. En principio el disco se iba a llamar Get Back y fue grabado antes que el Abbey Road, pero se descartó lanzarlo primero. La idea, y de ahí el título, era regresar a las raíces del grupo, grabar en directo y en poco tiempo, ser espontáneos. Finalmente, el disco se haría público tras la ruptura oficial de la banda: el último huevo de oro de la gallina.

Con las seis primeras canciones podemos pensar que estamos ante otra obra maestra. Pero esto no es verdad, aunque tampoco su contrario: es un buen disco de rock. No nos engañemos, el tantas veces oído Let it be (una oda a la esperanza) sigue sonando hoy igual de bien.

La séptima herejía: ¿Don´t let medown una cara B del single Get Back? Solo se entiende si aceptamos que la disposición de las canciones del disco no había sido hecha por el grupo, ya que la típica combinación que entremezclaba canciones rápidas y lentas (Lennon/McCartney-McCartney/Lennon) se enturbia un poco y el disco decae en su progresión a medida que avanza.

      Mixtura de herejías. ¡Cuánto se habrán reído los escarabajos de las interpretaciones de sus canciones! (véase letra de Glass Onion). Pero lo que está claro es que la trascendencia de estas, real o adjudicada, ha sido enorme, tanto que forma parte de la cultura general de los pueblos: el impacto que produjo la falsa noticia de la muerte de Paul MacCartney en 1966, la rumorología acerca de que “la culpa de todo la tenía Yoko Ono”, versiones adaptadas al cine (véase la película Across the Universe), apología de las drogas, nombre de esqueletos fosilizados extraídos de sus letras (Lucy), experimentos con otras músicas del mundo, precursores del rock progresivo, adaptaciones de sus canciones para baladas religiosas, entradas de bodas o anuncios publicitarios (recordemos el reciente de Movistar), inicio del fenómeno fan y del primer concierto al aire libre (un auténtico desastre de sonido, por cierto).

Epílogo herético. The Beatles fueron creadores ascendentes de grandes ideas musicales, constructores de esqueletos de diamantes en bruto preparados para que otros los puliesen, arreglasen, versionasen o desmontasen y, así, terminar de crear auténticas obras de arte.