Yellow Submarine. ¿Qué es esto?
La sexta herejía, pero en este caso son ellos los herejes.
Abbey
Road. Mientras Paul iba a lo suyo, John no paraba de decir que la música que
componía su compañero era de abuelitas. Y en algunos casos era cierto, aunque
casi mejor haberse callado si tenemos en cuenta parte de su postrera producción
en solitario. Además, el álbum se grabó, afortunadamente, gracias al
empecinamiento de McCartney, que contribuyó con un fabuloso medley del que destaca el corte Carry That Weight. En realidad, nadie
debió quejarse de nadie, pues las composiciones de cada uno por separado no
daban para un disco del nivel que hemos estado hablando. Estaba claro que las
relaciones dentro de la banda eran nefastas, pero firmaron un armisticio
durante el verano de 1969 para grabar esta obra que se encuadra ya, sin ninguna duda, dentro del género del rock.
El
resultado es un disco de composiciones individuales en el que colaboraba el
resto. Eso se nota desde la primera escucha pero, ¿acaso no fue siempre así? Da
igual, el disco no desentona con su trabajo anterior, que parecía insuperable.
A la mencionada contribución de Paul, John se marca dos trallazos: uno, el
conocido Come Together, compuesto inicialmente
para la campaña del controvertido Timothy Leary, defensor de la legalización de
las drogas; y, otro, I Want You (She´s so
heavy), una fabulosa mezcla de hard rock, rock progresivo y blues, en el
que la letra es lo de menos.
En
medio, Harrison da una pincelada con una dulce Here Comes the Sun para saltarse por completo el guion y hacer
paréntesis ante el duelo de titanes. En la grabación se nota cómo han ido
creciendo como músicos: John y Paul esforzándose por cantar mejor que el otro;
las guitarras tomando protagonismo con solos sentidos y de nivel; Paul trazando
una línea de bajo muy trabajada… Si sumamos todo esto a las leyendas que
surgieron alrededor de este disco, el éxito comercial estaba asegurado: ¿muerte
de Paul McCartney?, ¿pistas misteriosas en el disco?
Let it be, un flashback. ¿Es este el as
en la manga que escondía Apple Records? Con las cartas marcadas gana
cualquiera. En principio el disco se iba a llamar Get Back y fue grabado
antes que el Abbey Road, pero se descartó lanzarlo primero. La idea, y
de ahí el título, era regresar a las raíces del grupo, grabar en directo y en
poco tiempo, ser espontáneos. Finalmente, el disco se haría público tras la
ruptura oficial de la banda: el último huevo de oro de la gallina.
Con
las seis primeras canciones podemos pensar que estamos ante otra obra maestra.
Pero esto no es verdad, aunque tampoco su contrario: es un buen disco de rock.
No nos engañemos, el tantas veces oído Let
it be (una oda a la esperanza) sigue sonando hoy igual de bien.
La
séptima herejía: ¿Don´t let medown una cara B del single Get Back?
Solo se entiende si aceptamos que la disposición de las canciones del disco no había
sido hecha por el grupo, ya que la típica combinación que entremezclaba
canciones rápidas y lentas (Lennon/McCartney-McCartney/Lennon) se enturbia un
poco y el disco decae en su progresión a medida que avanza.
Mixtura
de herejías. ¡Cuánto
se habrán reído los escarabajos de las interpretaciones de sus canciones!
(véase letra de Glass Onion). Pero lo
que está claro es que la trascendencia de estas, real o adjudicada, ha sido
enorme, tanto que forma parte de la cultura general de los pueblos: el impacto
que produjo la falsa noticia de la muerte de Paul MacCartney en 1966, la
rumorología acerca de que “la culpa de todo la tenía Yoko Ono”, versiones adaptadas
al cine (véase la película Across the Universe), apología de las drogas,
nombre de esqueletos fosilizados extraídos de sus letras (Lucy), experimentos
con otras músicas del mundo, precursores del rock progresivo, adaptaciones de
sus canciones para baladas religiosas, entradas de bodas o anuncios
publicitarios (recordemos el reciente de Movistar), inicio del fenómeno fan y
del primer concierto al aire libre (un auténtico desastre de sonido, por cierto).
Epílogo
herético. The Beatles fueron creadores ascendentes de grandes
ideas musicales, constructores de esqueletos de diamantes en bruto preparados para
que otros los puliesen, arreglasen, versionasen o desmontasen y, así, terminar
de crear auténticas obras de arte.
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