jueves, 28 de diciembre de 2017

Espero que no vuelva




¿Qué pasaría si Hitler no hubiese muerto en aquel búnker en 1945? ¿Y si se hubiese quedado dormido, criogenizado y, por algún motivo desconocido y manera extraña a nuestro entender, apareciese en mitad de Berlín en el año 2014? Y lo que es peor, ¿y si una vez aquí, entre nosotros, lo tomásemos por falso, como si fuera un actor de método?

Este es el arranque de una curiosa película producida en Alemania, mezcla de drama, sátira y humor, que nos presenta una Europa actual desorientada. La historia se presenta bajo la atenta mirada y el análisis clínico del dictador. Para ello, la cinta está grabada casi en su totalidad con cámara subjetiva y con un formato de falso documental que le añade un enfoque mucho más verosímil. Un guion genial, basado en la exitosa novela de Vermes Timur, cargado con una crítica ácida que es imposible no relacionarla con aquella otra obra maestra del cine alemán que es Good bye, Lenin!

El descontento que se palpa en las calles a poco que Adolf Hitler remueva cualquier tema social le hace pensar que la situación es perfecta para su añorada intervención y sus ansiadas pretensiones. El clima es perfecto. Una dependienta de un restaurante, que procede del antiguo este de Berlín, explica los motivos por los que no va a votar: "Allí, arguye, votar consistía en marcar la X justo donde te pedían que la pusieses; ahora, en el sistema democrático actual, todos votan lo que quieren, pero luego los de arriba cambian de sitio la X y, al final, todo queda igual que lo que sucedía en el este". Escalofriante declaración. Un joven le comenta al dictador que él cree que el partido que gane debe decir lo que hay que pensar y hacer. "Esa es la democracia que a mí me gusta", le responde Adolf Hitler.

El Führer reflexiona sobre lo que va viendo y escuchando: "Reconozco que lo que más me ha sorprendido es la gente", "La gente me sigue porque en el fondo son todos como yo", "Había una ira contenida en el pueblo que me recordaba a 1930. Solo que ahora se le llama desencanto político". Con una facilidad pasmosa es capaz de sacar lo peor de la gente en la calle: la xenofobia, el racismo, la manipulación de los medios de comunicación. Sobre todo, esto último. El invento de la televisión le fascina. ¿Qué no hubiera podido hacer un megalómano de este calibre y su entramado propagandístico en la actualidad con tales herramientas en los medios de comunicación de masas?

Alguien que por un momento trata de tomárselo en serio le pide argumentos a sus deducciones y él no duda ni un segundo: "El sólido fundamento de mis convicciones me permite llegar sin esfuerzo a las conclusiones correctas". Qué pena que ya no existan sólidos fundamentos y convicciones como esta; y qué lástima que las conclusiones no sean otras.

La interpretación de Hitler por parte de Oliver Masucci (quien ha aparecido recientemente en la serie Dark) probablemente sea de las mejores hasta la fecha. Comparable a la de Bruno Ganz, que estuvo magistral en El Hundimiento. Quizás la de Masucci se muestre aún más natural, cotidiana, cómica si se quiere. Pero, ¿es que acaso el personaje del Führer no era un personaje cómico? Charles Chaplin lo demostró con exquisitez en la insuperable El Gran Dictador allá por 1940, en plena actuación del personaje histórico. ¿No ha sido siempre la comedia la más seria crítica de la realidad?


Estamos viviendo en un mundo donde se considera loco al que destapa la locura del que lo está realmente. ¿Buena parte de la población actual seguiría, una vez más, los ideales y acciones del nazismo en virtud de falacias y manipulaciones de la realidad? ¿No le sería fácil a un personaje de estos llevar a cabo sus pretensiones en la actualidad en medio de esta tremenda confusión? ¿Será acaso que en realidad ya está entre nosotros? ¿Habrá vuelto?