sábado, 27 de diciembre de 2014

Willie Nelson, la historia interminable


¿Qué puede valorar un sacrílego sobre el country y de una de sus más destacadas figuras? Como no me hagan un recopilatorio del mejor country partiendo de lo mejor de los recopilatorios de los mejores artistas de country, estamos aviados.

Abarcar toda la carrera musical de un octogenario que tiene editados alrededor de 75 discos se hace una tarea ardua, incluso cansina. 75 discos en 52 años de carrera salen a dos discos por año, contando con los retiros y regresos. Pues eso.

Cuando no se conoce a un artista, normalmente uno se dirige a un grandes éxitos, a un recopilatorio (The Essential, 2003). Si tras un par de rondas no ha gustado lo que se ha escuchado, lo mejor será que no se siga intentando. Pero la tarea ya estaba empezada y había que terminarla.

(¿75 discos? ¿75 ruedas de churros?)

La vida de este músico es la lucha por la supervivencia, la lucha de muchos americanos que nacieron y vivieron en la Gran Depresión. A los trece años, muerta su madre y abandonado por su padre, ya se subía a los escenarios para eludir la recogida de algodón con sus abuelos. Desde ese momento supo que la música era su vocación, aunque intercalara trabajos eventuales como operador telefónico, podador de árboles, militar en las fuerzas aéreas, guardia de un club nocturno, obrero en un campo petrolífero o pinchadiscos. Una vida intrigante, sin ningún tipo de cerca que pudiera acotar su forma de actuar. Una carrera musical llena de luces y de sombras, de retiros y de regresos, de problemas con la justicia por evasión de impuestos y por posesión ilegal de marihuana. Un activista convencido, defensor de la agricultura familiar, de la marihuana, de los biocombustibles y del matrimonio homosexual; crítico con la Guerra de Irak y con la versión oficial del ataque terrorista a las Torres Gemelas (bastante curiosa su opinión, por cierto). Un hippie en toda regla, sin ironías.

Una vida musical que se inicia con los ritmos repetitivos de Funny How Time Slips Away, Hello Walls, Pretty Paper y Crazy, que cuentan historias de tierras distanciadas, realidades lejanas que pueden emocionar a la mayor parte del suroeste de los Estados Unidos y a parte de Canadá y Australia. Eso, que “cuentan” historias que emocionan a esas gentes.

Tarea ineludible era escuchar los tres discos que lo encumbraron: Shotgun Willie de 1973, Redheaded Stranger de 1975, Stardust de 1978. Desde esos años, Nelson es ya considerado el mayor representante del outlaw country, una escisión del country tradicional de Nashville, una diferencia que solo pueden percibir los expertos en esta música. Una interesante y preciosa historia la de sus letras. Eso, una.



(¿75 discos? ¿75 ruedas de churros?)

¿Composición musical? Hablamos de música, ¿no? Cuando escuchamos unos acordes que proceden del country, el cerebro nos traslada a lugares concretos que hemos asimilado como parte de nuestra otra cultura. Nos agrada esa traslación cultural, pero solo para contextualizar. El mismo efecto podrían haber producido los acordes ejecutados por un sitar en la India. Con una es suficiente.

Lo siento, pero me pasa como con los cantautores: que produzcan veinte o treinta discos, y a lo mejor extraeré un par de temas que me interesen (y me leeré veinte o treinta libros de poemas suyos sin ningún problema). Pero no me pidan que me fume un disco entero. Composiciones basadas en los tres mismos acordes de siempre con la única variación, en aquellas canciones un tanto mejor construidas, de un cambio de tono con el que se repite el estribillo una y otra vez hasta la extenuación y un cambio de ritmo al galope de un caballo que ni siquiera tiene el interés de ir desbocado.

(¿75 discos? ¿75 ruedas de churros?)

Digo yo, que esto de la música va, por encima de todo, sobre música. Y es que en cuanto a música, instrumentación, hay poca cosa: la música se convierte en una excusa para plasmar historias. ¿No será mejor escribir un libro? Sin duda, sería leído con gran entusiasmo.

No obstante, siempre queda la libertad de opinión sobre el arte, que para eso es arte. O esta es la mejor música del mundo o la majadería más grande jamás escuchada.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Record-mendaciones: grunge, un toque semiprogresivo y mucho rock and roll

Lightning Bolt de Pearl Jam: Sigue dando jugo. Quizás no sea el mejor disco de la mejor banda grunge de la historia, probablemente no, seguramente no. Pero la esencia de la mermelada de perla está justo aquí: esos medios tiempos emocionantes y contradictorios, que nos hacen ser felices al mismo tiempo que se nos cae una lágrima. Puro sello Eddie Vedder y Cía.



World on fire de Slash: Caminando en buena compañía. En realidad, esta es una doble recomendación: Slash, un disco de 2010 de colaboraciones, aunque muy logrado, y World on fire, en el que definitivamente al músico se ha unido Myles Kennedy formando perfecta conjunción. Alejado ya de la órbita que suponía Guns N´Roses, el peluche de Slash demuestra, si es que tenía algo que demostrar, que está en forma, como cuando de sus dedos brotaron auténticos clásicos como Mr. Brownstone o Nightrain. En esta etapa de su vida no quiere ni oír hablar de la reunión con los gunners, ese simulacro actual mal ejecutado liderado por el juguete roto que es Axl en la actualidad.



The Essential de Richie Kotzen: Cuerda para rato. Desde hace ya años conocíamos a este virtuoso guitarrista. Pero para este blog ha sido una sorpresa muy emocionante poder prestar oídos, primero, a su trabajo con The Winery Dogs, donde mostraba también su talento a la voz; y ahora, este disco recopilatorio (con parte eléctrica y acústica). Un rock básico hecho y mostrado con mucha maestría, cada acorde en su sitio, sin florituras pero intenso. Zas en toda la boca para los que piensan que los virtuosos solo hacen música para otros músicos.



Second Nature de Flying Colors: Sobrevolando horizontesEl segundo trabajo de esta superbanda, apelativo un tanto manido últimamente, es otro trabajo para enmarcar. Eso sí, tras la reiterada escucha de esta obra, nos atreveríamos a decir que la senda compositiva estuvo marcada por algunos componentes más que por otros (léanse Neal Morse y Mike Portnoy). Y eso se nota. Este segundo trabajo tiende más a la onda progresiva en detrimento del asombroso y atractivo eclecticismo de su ópera prima. Si exceptuamos el segundo tema Mask Machine, una creación que podía haber encajado perfectamente en el álbum debut, este trabajo toma esos derroteros, inevitables por otra parte. No obstante, es una obra accesible, ya que no abandona nunca el matiz comercial añadido, entre otros, por el cantante Casey MacPherson. El tiempo pondrá esta creación en el lugar que le corresponde, bien alto.



Lazaretto de Jack White: Como en madera y yeso. El exmiembro de los White Stripes lanza su segundo disco con resultados contradictorios. Al del look a lo Tim Burton, esto de la música a veces se le va de las manos. Da la impresión de que intenta cubrir algunas carencias musicales mezclando diferentes estilos, desde el folk hasta el garage, pasando por el blues o el country, la sicodelia o el poprock británico, o tiñendo sus creaciones con efectos de pedalera (¿intento de ser top trending?). Sin embargo, ha conseguido captar nuestra atención y, aunque no sea un disco cohesionado, vale la pena darle una oportunidad porque tiene cortes muy agradables al oído, producto de su maravillosa mente inquieta.




Shine de Bernie Marsden: La sombra de la serpiente es muy alargada. Acercarse al disco de Bernie sin mostrar una sonrisa cómplice en la boca es muy difícil. El viejo zorro ha creado aquí lo que pudo haber sido el álbum que precediese al Saints & Sinners de Whitesnake. Una humilde y apenas promocionada pero formidable obra, que registra los ritmos rockanroleros y bluesies propios de la época británica de la Serpiente Blanca, al que se le suman baladas, medios tiempos y un toque de AOR. Colaboraciones de lujo como Joe Bonamassa o los purple Ian Paice y Don Airey. Pero el guiño está claro cuando David Coverdale acepta de buen grado, tras su renovada amistad, revisar en este disco uno de los clásicos creados conjuntamente allá por el año 1978: Trouble



miércoles, 29 de octubre de 2014

Desde que soy mujer II

Pese a que han pasado ya más de ocho años, mi ritual de tocarme las tetas cada vez que me desnudo no ha dejado de celebrarse cada día. Durante la ceremonia de esta mañana, me he dado cuenta de que mis pechos siguen manteniendo la firmeza que la de otras mujeres de mi edad han ido perdiendo. Claro, juego con ventaja: los míos son mucho más recientes.

A lo largo de estos ocho años, como decía, he tenido tiempo de recoger más datos que no había previsto. Datos que confirman o ponen en mi pensamiento lo que le oí decir a un marinero una vez: "La mujer y la gaviota, cuanto más vieja más loca".

Durante este tiempo he seguido aprendiendo y descubriendo comportamientos y hechos que se repiten una y otra vez. Cosas como que las chicas más atractivas, espabiladas y con contenido aparente, acaban siempre con el podenco de turno. Es algo que, cuando era hombre, nunca llegué a comprender y, ahora que soy mujer, lo entiendo pero no lo comprendo. Quiero decir, que ahora lo sufro.

Echando la vista atrás, estos últimos años han sido confusos en cuanto a la recepción de los hechos que me han tocado vivir. Me refiero a mi evolución, no sé, ni yo misma me entiendo. La vida es más compleja.

Después de que me casé con Marcos, siempre acabo discutiendo con él porque intenta disculpar el comportamiento inapropiado de alguna de mis amigas. La culpa es de él y se convierte en el objeto de mi ira. Nunca me da la razón y me da mucha rabia cómo se lo toma todo. El muy burro incluso apunta que a lo mejor no debíamos habernos casado, que antes no teníamos esas discusiones. Además, me recuerda lo felices que éramos antes, antes de casarnos, un acuerdo al que habíamos llegado juntos.

Yo lo invito a reflexionar sobre algunas cosas importantes para discutirlas entre los dos. Cosas importantes como la nueva decoración de la casa que nos compramos hace dos años o si debemos llevarle un detalle a sus padres para el almuerzo del domingo. Y a él le da lo mismo, me dice que lo decida yo, que seguro que estará bien. Cuando se decide a participar en la reflexión, me lo echa todo abajo, no está casi nunca de acuerdo con lo que pienso yo. Eso sí, muy claro sí tiene que quiere ir a ver el partido con sus amigos, de eso sí está pendiente. Es como un crío, y nosotros ya no tenemos edad para estar con boberías. No está al tanto de nada y ha abandonado por completo los detalles de antaño. Lo peor es que cuando hablamos sobre eso contraataca con lo del sexo, argumentando que si él no lo busca jamás se produce el encuentro. Dice que ahora no me gusta que sea desordenado, algo que antes me parecía simpático. Por Dios, lo que hay que oír. Lo curioso es que a veces siento que tiene razón. Pero eso debe ser por mi pasado masculino y no me voy a dejar traicionar por esos instintos arcaicos. Ay, no sé, yo lo quiero, pero a veces es insoportable.

Los quehaceres de la vida íntima de una pareja no deben estar sujetos a un sistema prefijado. Es más, la palabra quehaceres no debería nunca aparecer en la misma frase que vida íntima. No sé qué parte de mí es la que se rebela contra esto.



No sé qué me pasa, pero ahora incluso me intereso por la herencia de Marcos. Sus padres son ya muy mayores y él está intentando desmarcarse de todo eso. Pero yo lo he empujado a pedir lo suyo, sobre todo porque le corresponde. No puedo permitir que lo pierda todo en favor de su hermana Ana, esa rata callejera.

Últimamente me veo más con las amigas, un grupito pintoresco integrado por compañeras del trabajo y al que se suman unas amigas de estas. Sin saber por qué hemos creado una alianza contra los hombres, nuestros hombres, los de casa y los del trabajo. Solo se salvan los recién llegados, pues estos nos dan pie a nuestras bromas y comentarios sexistas. Todas tenemos algo personal que nos une: vivir con nuestros maridos quejándonos de ellos. Supongo que el grupo de mi marido hará algo parecido. Aunque algo me dice, probablemente mi pasado masculino, que allí solo se discute el último fichaje de fútbol.

De todas formas, sobrellevo la situación desde que los martes por la tarde me acuesto con Juan, el chico que me soltó aquel piropo en la oficina unos años atrás. Es un tío resuelto, decidido, como si las cosas transcurriesen a su antojo. Es tan comprensivo, todo es tan fácil con él. Ay, no sé. No he pensado mucho acerca de este hecho con respecto a Marcos. Y cuando lo pienso, deduzco que él estará haciendo lo mismo por su lado.

A lo mejor me he vuelto una mala mujer. O no, a lo mejor simplemente me he vuelto una mala persona.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Púber



Nada de lo que parece ser importante me preocupa.
Para mí solo es urgente no poder estar
en los sitios donde no puedo estar.

Tengo ansias de estar al lado de todas las chicas
pero, en un abrir y cerrar de ojos,
el balón que porta un amigo
me hace olvidar cualquier encanto femenino.

Esta semana me gusta Ana
pero la semana pasada me gustaba Carla.

Carla me alarmó con un nosequedeinmaduro.
Ana no me dice nada de eso,
se limita a sentarse a mi lado
hasta que todos pasan de largo.
Lo pasamos muy bien juntos.

¡Maldito grano metastásico
que aparece en cualquier parte del cuerpo!

Odio que mi madre me obligue
a revisar el estado de la parte trasera de mis orejas.
¿Qué se cree?, ¿que no me las limpio?
Siempre con la misma música.

Aún sigo preguntándome
por qué demonios
me riñó el profe hoy en clase.
Yo creo que me tiene manía.

Ayer todo me sonreía.
Hoy todo está en mi contra.
Y, ¿mañana?

Sigo sin entender por qué siento cólera
y tengo ganas de suplicar a la vez.

Vikowski

jueves, 28 de agosto de 2014

Una curiosidad tan inocente

Al subir al avión elegí un asiento ni muy hacia adelante ni muy hacia detrás (ventaja que tienen los vuelos interinsulares). Tomé el lado de la ventanilla y, un momento más tarde, una sudadera verde empujaba la maleta de viaje en el compartimento de arriba, sobre mi cabeza. Era un chico negro de unos 28 años. No sé por qué digo la edad, en realidad nunca he sido bueno con esa tarea. ¿No les pasa a ustedes con la gente de otra raza? En un viaje a Europa me quedé mirando a una japonesa durante un buen rato, intentando adivinar su edad. Pero cuando ya casi la tenía, su pareja me agredió con su mirada y yo aparté la mía avergonzado. Iba a explicarle lo que hacía, que solo era un entrenamiento personal para mejorar mis predicciones, pero por razones lingüísticas y de tiempo, decidí recular y tomar otra dirección para perderme.

Una vez instalado en su asiento mi compañero de viaje, nos saludamos y quise entender al oír su acento que no hablaba mi idioma. Recordé mi historia europea y me dispuse a hojear la revista. Una de las azafatas, una chica joven y guapa pero con un estilo que la diferenciaba de otras compañeras, pasó asegurándose de que todo el mundo tuviera el cinturón abrochado. Cuando estaba a la altura de mi compañero, ocupó con su mirada nuestros cuerpos y me pareció que se detuvo algo más en ese momento. Segunda hojeada a la revista, aunque mi cabeza, siempre libre de cualquier mordaza que le intente colocar, se centró en la visión que tendrían las azafatas desde esa perspectiva.




Despegamos. En unos minutos ya estaba otra vez la misma azafata con la chocolatina. Desplegó una sonrisa que no estaba en el guion de la academia y urdió una estrategia para pasar unos segundos más en nuestros asientos: le indicó a mi compañero que podía bajar la mesita. Ahora, una ojeada a la revista para distraerme. No hubo suerte.


Cuando iniciábamos el descenso, la azafata volvía otra vez para comprobar si teníamos abrochado el cinturón. Pidió a mi compañero que subiera la mesita y lo ayudó con esta tarea. Proyectó la típica mirada de inspección, pero esta vez se detuvo algo más de lo normal en la zona pélvica de mi acompañante. La miré y descubrí que se ruborizaba. ¿Un lapsus poco profesional o una curiosidad tan inocente como la mía? El vuelo no dio para más.


martes, 29 de julio de 2014

Buñuel y su último suspiro

La imaginación es nuestro primer privilegio. Inexplicable como el azar que la provoca
L. Buñuel




Contaba su hermana que Buñuel salió una vez disfrazado en un festival de la escuela, blandiendo unas tijeras y cantando: «Con estas tijeras y mi espada y mis ganas de cortar, me voy a España a armar una verdadera revolución». ¿No podemos considerar esto una auténtica profecía?

Mi interés por Buñuel lo despertó un peculiar profesor universitario que decidió proyectarnos El ángel exterminador para hacernos ver en imágenes lo que expresan las palabras en los textos surrealistas. Sus películas han ido desfilando por la pantalla de mi casa desde entonces.

Buñuel nunca tuvo intención alguna de escribir una autobiografía. Pero Jean-Claude Carrière, su mano derecha en el cine durante más de veinte años, se empeñó en recoger los recuerdos del aragonés entre rodaje y rodaje. Buñuel accedió a que su gran amigo le ayudara a publicar esos recuerdos un año antes de su muerte en Mi último suspiro, pero dejó bien claro sus intenciones: «Mis errores y mis dudas forman parte de mí tanto como mis certidumbres. Como no soy historiador, no me he ayudado de notas ni de libros y, de todos modos, el retrato que presento es el mío, con mis convicciones, mis vacilaciones, mis reiteraciones y mis lagunas, con mis verdades y mis mentiras, en una palabra: mi memoria».

La vida de este genial artista se lee como una novela. Es pura literatura y cine a la vez. De su cosmovisión podemos extraer todo un tratado sobre la vida, y también de la muerte. Que nazca con el siglo XX y muera con este agonizando, que conociera a grandes personalidades o fuera amigo de muchas de ellas como Lorca, Dalí, Unamuno, Magritte, Epstein, Primo de Rivera, Alfonso XIII, Salinas, Valle-Inclán, Ortega y Gasset, Gómez de la Serna, Borges, Ramón y Cajal, Juan Negrín, Crevel, Unik, M. Schultz, L. Aragon, Man Ray, Tristan Tzara, Max Ernst, André Breton, Tanguy, Santiago Carrillo, Saint-Exupéry, Lévy-Strauss, George Cukor, Hitchcock, John Ford, Fritz Lang (su inspiración) o Woody Allen entre otros, permite que su biografía se convierta en un relato de la historia del propio siglo.

Buñuel era hijo de un indiano acaudalado, pero siempre se interesó por la clase baja. No era hombre de obras sociales, su aportación la hizo desde donde mejor supo: el cine: «Siempre me ha parecido más atractiva la idea de incendiar un museo que la de abrir un centro cultural o fundar un hospital». Se ayudó del séptimo arte para  mostrar lo que en su juventud vivió, vio, sintió, soñó e interpretó en una España que aún vivía en la Edad Media. La muerte, la  fe y el sexo fueron conceptos que se confundieron desde temprana edad y nunca dejarían de acompañarlo. A ellos se unieron más tarde sus «placeres de aquí abajo», a saber,  el amor precedido del alcohol y seguido del tabaco:  «Los placeres, siempre deseados, se saboreaban mejor cuando podía uno satisfacerlos. Los obstáculos aumentaban el gozo». Pero, averigüen cuál se le daba mejor.

Es muy gratificante conocer de primera mano el encuentro en la Residencia de Estudiantes entre Buñuel, el  «aragonés tosco»,  Lorca, el «andaluz refinado» y Dalí, el tímido pero insolente, extravagante y provocador. Su vida no hubiese sido igual si no hubiese conocido a estos grandes de la cultura española. Allí se le reveló todo un mundo nuevo al que él mismo contribuyó sin mayor esfuerzo.  El momento en que le estampa a Federico sin inmutarse «¿Es verdad que eres maricón?» no tiene precio. ¿Los enfados duran para siempre o a veces duran lo que tarda en derretirse el hielo en una copa de ron?



Pero una España medieval seguida de una España sumida en un «odio irracional, brotado de un recoveco oscuro del inconsciente», no era el escenario adecuado para el desarrollo de su genialidad. Francia y su otra patria, México, se beneficiarían de su arte en primera fila, aunque Hollywood intentase seducirlo a golpe de talonario, as usual. La industria americana no comulgaba en absoluto con sus deseos y sus palabras hicieron temblar la reputación del mismísimo Oscar por culpa de una broma muy buñuelesca. Los americanos se sentían atraídos por lo que mostraba en sus películas, aunque no entendían una sola palabra, una sola imagen.

El interés de Buñuel por los sueños y la ensoñación, esencia de los surrealistas, tampoco fue entendido por la crítica. El artista nunca dejó de asombrarse al verse sicoanalizado a través de sus obras. Idiotas. ¿No comprenden que los sueños son inspiraciones y no perversiones? ¿No comprenden que los sueños solo existen por el recuerdo que los acaricia? Esto es lo que él siempre consideró interesante, algo de lo que siempre quiso hablar, incluso durante el canto del cisne de su último suspiro.

Nota: Hoy se cumplen 31 años de la muerte de Luis Buñuel.

domingo, 20 de julio de 2014

Averno de iniquidad: La noche del cazador

Nunca es más fuerte el hombre que cuando es niño. Durante esos cortos años de la infancia da muestras de una resistencia y una capacidad de aguante como Dios nunca volverá a otorgarle en lo que le resta de vida. Los niños lo soportan todo. Superan cualquier obstáculo

La descripción en una novela de un asesino degollando sin inmutarse a su víctima o arrancando sus extremidades mientras brota la sangre para dar un golpe efectista terrorífico, no me inquieta lo más mínimo. Todo cambia si el niño protagonista le revela lo siguiente a un mayor: «El señor Powell me da miedo. Me asusta más que la oscuridad o los truenos o cuando miro a través de la pequeña burbuja del cristal de la ventana en el vestíbulo del piso de arriba y todo lo que hay fuera se estira y tuerce el cuello. (…) Preferiría que me azotara a que me preguntara, porque el dolor de los azotes solo dura un rato mientras que las preguntas no cesan por siempre jamás, amén». Entonces la cosa cambia.

Los sombreros viejos, los zapatos viejos y los vestidos viejos adoptan siempre la postura, la forma y el volumen del cuerpo humano que los llevó una vez

La obra sumerge perfectamente al lector en un entorno hostil para la vida humana. Son los tiempos de la Gran Depresión, tiempos en los que la miel y la leche no manan en ningún lugar. Los niños juegan sobre la hierba, que se nos antoja grisácea, cantando una terrible canción:

¡Cuelga, cuelga, ahorcado!
¡Mirad lo que hizo el verdugo!

¡Cuelga, cuelga, ahorcado!

¡Mirad cómo se  balancea el ladrón!
¡Cuelga, cuelga, ahorcado!
Mi canción ha terminado


La noche del cazador es una impresionante novela de 1953 de un desconocido Davis Grubb inspirada en un cuento infantil norteamericano. Se trata de una vieja idea maniquea relatada en forma de fábula: Amor/Odio (Love/Hate). Nota: Por favor, no la relacionen con la perversión del lema que supuso aquella horrible serie de televisión hace pocos años.

El personaje central es Harry Powell, un predicador, un falso hombre de Dios, un perseguidor, un cazador, que lleva tatuado en sus manos esas palabras, símbolos del bien y el mal. Nadie mejor que Robert Mitchum para transmitir ese terror en la gran pantalla dos años más tarde, aunque su doblaje al castellano se muestre a veces un tanto ridículo. Un parecido rol le tocó desempeñar en 1962 en El cabo del miedo, cinta de la que tristemente hoy solo se va recordando la paródica apelación ¡Abogaaadoooo! que un humorista español extrajo del muy aceptable remake de 1991. Mitchum dejaba claro que ese tipo de papel lo bordaría siempre que se lo propusiese. Tanto que es probable que se dedicara el resto de su vida a interpretar este personaje, a "su" personaje.

John, el hijo de Ben Harper (una coincidencia homónima y musical), es el blanco de su persecución y el motivo es uno de los fatales enemigos de las sociedades justas: el dinero. El pobre chaval no sabe si esas “manos tatuadas con palabras antagónicas” están de su parte o de los “hombres de azul” que dirigieron a su padre a la horca. Como el propio autor deja plasmado en su libro, estamos ante un auténtico “averno de iniquidad”.

La película fue dirigida por un monstruo de la interpretación, Charles Laughton, al que siempre recordaremos por sus encomiables papeles en Testigo de cargo, La vida privada de Enrique VIII o como Graco en Espartaco. Aunque logró filmar el miedo, fue un estrepitoso fracaso de taquilla y no volvió a dirigir nunca más. Pasado el tiempo, el asunto se ve distinto y hoy en día es considerada una película de culto.

Miguel Ángel Palomo escribió para el diario El País que no sólo es “un clásico fundamental e inimitable; es también el más perverso cuento de hadas de las historia del cine”. Aun estando de acuerdo con esta afirmación, la novela supera enormemente todo lo que la gran pantalla presenta. Su lectura ensancha paulatinamente la oquedad en la que están instalados los ojos y obliga a pasar las páginas con mucho cuidado, como si aguardasen detrás las más horripilantes escenas. Se corría un riesgo, pero era inevitable su versión cinematográfica. El mismo Grubb era consciente de ello: “Es un caso lo bastante triste para tentar al cine”, dice uno de sus personajes al ver alejarse a Willa Harper, la viuda de Ben.


¿Es Dios uno de ellos? ¿Está Dios de parte de los dedos con nombres que son letras como las letras que hay en el reloj del escaparate de la señorita Cunningham?



miércoles, 4 de junio de 2014

Gilda, tratado de amor y odio

No creo que haya tratado de filosofía o sicología sobre el amor y el odio más pertinente que esta película. Los propios protagonistas hacen dispares definiciones del odio, basadas en el amor, bastante clarificadoras. Ballin Mundson (George Macready), el adinerado y corrupto propietario del casino, advierte a Gilda (Rita Hayworth) de sus sentimientos por Johnny Farrell (Glenn Ford): «El odio puede ser una interesante emoción (…), es tan intenso que se palpa (…) el odio es lo único que me sirve de aviso». Y la propia Gilda se dirige a Johnny de esta forma antes de caer en sus brazos: «El odio es una emoción muy intensa. ¿No lo has notado? Muy intensa. Yo también te odio, de tal modo que… que creo que voy a morir».



Ballin, el que menos se deja arrastrar por los sentimientos de los que hablamos, sabe manejar con cabeza fría la situación. Y así lo demuestra cuando Johnny se revuelve ante la orden de arrancar a Gilda de la pista de baile: “El marido siempre resulta ridículo arrancando a su mujer de los brazos de otro”. Nada más ilustrador y fehaciente.

Interesante el papel secundario del guardarropas Tío Pío (Steven Geray), una especie de conciencia de los retretes o representación humana de Pepito Grillo. Un personaje extraordinario capaz de llamar «paleto» al protagonista y decirle, cuando apaga y enciende un cigarrillo tras otro, cosas como: “Las personas frustradas fuman mucho y esa frustración se debe a la soledad”. Desesperante.

La película sigue esa intensidad de la época. Está plagada de constantes miradas que valen por toda una conversación y de diálogos frenéticos y con ritmo acelerado. Nadie se guarda lo que quiere decir, sin importar las consecuencias.

La desfachatez y la provocación con la que Gilda trata a Johnny, cuando presuntamente se conocen, es motivo o causa para que este le pegue de entrada la famosa bofetada que llega más tarde. Así lo expresa el propio protagonista con su narración en off. ¿La mejor bofetada de la historia? Probablemente. Se palpaba, se estaba viendo venir, se pedía a gritos. Con otros escenarios y diferentes motivos, no sabemos bien por qué, siempre se nos viene a la memoria aquella cruel cascada de golpes que en True Romance (Amor a quemarropa) soporta una también excitante y arrolladora Patricia Arquette de manos del malogrado James Gandolfini, para todos Tony Soprano. El escueto y certero tortazo frente a la horrible e injusta paliza.

En algún momento de nuestra vida todos hemos caído rendidos, aunque fuera de forma efímera, ante los andares de una femme fatale de este tipo, que es capaz de producir terremotos en San Francisco o tempestades en Manhattan. ¿Cómo no iba uno a perder la cabeza la primera vez que ve a una mujer así?




Si salimos de la ficción, que no es más que la verdad absoluta, nada nos atrae ya de ese tipo de mujeres fascinantes. Mujeres que dicen cosas así: «Si yo fuera un rancho, me llamarían Tierra de Nadie». Mujeres que mienten por dignidad ficticia. Que se tragan sus lágrimas para no dar pena. Que crean escenas de celos o son capaces de hacerse pegar con el objetivo de poder controlar los sentimientos del hombre. Que se crecen en las luces y se desvanecen en las sombras.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Directos a la carta: Live... In the Raw

La prueba definitiva de que una banda es una gran banda se manifiesta en directo.

Un buen directo se caracteriza principalmente por una buena selección de temas, su buena disposición, un número adecuado de ellos y, sobre todo, un buen sonido. A esos cuatro pilares básicos podemos sumar matices secundarios, como la puesta en escena e interacción con el público, matices que pierden valor en las grabaciones.


El primer disco en directo completo que recuerdo haber escuchado fue Live… In the Raw de W.A.S.P. Nuestro entrañable Antonio el Heavy, nos suministraba en aquella época todo el material musical del que disfrutábamos, hasta que nos pusimos de acuerdo para suscribirnos a Discoplay y compartir la música. Esa revista supuso un antes y un después en nuestras vidas desde el punto de vista musical.

Esta grabación cedida por nuestro benefactor musical a finales de los 80 supuso parte de la banda sonora de las tardes de los primeros años de instituto.



Contaba Nikki Sixx, bajista y alma mater de Mötley Crüe, en los primeros capítulos de The Dirt, que cuando entraba en un local Blackie Lawless, fundador y jefe de W.A.S.P., era arrollador: “Tenía la capacidad de plantarse y quedarse quieto en mitad de un club con sus aires de tipo duro y atraer la atención de todas las mujeres, que no tardaban en rodearle”. Exacto, cuando uno ve a Blackie en persona se da cuenta del extraño y diabólico magnetismo que posee. Un tipo que seduce, rabiosamente, provocando, pero sin acritud. Así lo vivimos al verlo en el Sonisphere de Madrid en 2010. El tiempo no había pasado por ese animal de casi dos metros de altura que saltó al escenario como la estrella que es, con su voz rasposa, su pelo cardado, sus cortantes sierras en los antebrazos y su inseparable camiseta de fútbol americano. Tras escuchar todos sus clásicos, entendí por qué fue durante mucho tiempo mi grupo favoritoInside the Electric Circus, L.O.V.E. Machine, Wild Child, Sleeping in the Fire (balada con un fantástico solo de guitarra), I wanna be somebody (todo un himno)…

Live… In the Raw está formado por las diez canciones que siempre recordaremos de WASP grabadas en el Long Beach Arena de Los Ángeles y mezclado en estudio, en donde se le añadió el sonido del público (por eso suena de esa forma). A las canciones en directo se les sumó un tema de estudio compuesto para la película Ghoulies II: Scream until you like it (un tanto flojito, podía haber sobrado). Heavy metal directo y sin contemplaciones. Eso es W.A.S.P.

Es difícil destacar una canción por encima de otra. Darle al play en este disco es como meter el dedo en el enchufe sin que nadie te ayude a quitarlo de allí: descarga total hasta que se rompe o apaga, como si estuvieras dentro de un circo eléctrico.


Sin duda alguna, el momento clave del concierto se sitúa en la provocadora entrada de la canción Harder Faster donde el “Manimal Lawless” arremete contra la PMRC debido a la persecución que esta rancia asociación les dedicó. El lascivo verso perteneciente a esta canción “Shuck me suck me eat me raw” no deja indiferente a nadie. Lo cierto es que la estampación del sello de la PMRC, clasificándolos de peligrosos e inmundos, sirvió para que aumentaran su fama (ya se sabe lo que pasa con lo prohibido), pero también tuvo consecuencias horribles: a Blackie Lawless le dispararon dos veces y manipularon su coche para intentar acabar con su vida: la leyenda ya estaba formada.


lunes, 31 de marzo de 2014

Erotismo

Natural, espontáneo, sencillo
casi siempre efímero.
El erotismo se manifiesta
cuando haces esa pose
que consiste en girar un poco la cadera
a la izquierda
apoyando el peso de tu cuerpo
y levantas un poco el pie derecho
girando el tobillo hacia dentro.
El erotismo es ver cómo cae el traje en tus pechos
en el probador de la tienda;
cuando en el más puro invierno,
en la cama,
buscas con tus dedos de los pies
tu espacio entre los míos;
cuando te vistes ese pantalón cómodo en casa
y se baja lo justo para mostrar esos huesitos
en las esquinas de tu cuerpo;
o te inclinas hacia adelante
y dejas ver las mirillas renales de tu espalda
que invitan a mis manos a posarse en ellos
para rozarlos con la yema de los dedos;
cuando, echada en el sillón,
emites con tono aniñado una petición de deseo;
cuando desprendes ayes por tu boca
al hacerte cosquillas en tu vientre,
en tu espalda;
cuando se descubre el esbozo de tu esternón
que interrumpe tu camisa;
y cuando se atisba la pequeña arruga
que se inicia en la comisura de tu boca
cuando planeas algo que terminamos juntos.
El erotismo eres tú cuando te lo propones.

Vikowski

jueves, 20 de febrero de 2014

¿Lo habéis/han notado?

Desde hace poco vengo notando algo que resulta extraño, raro, artificial, antinatural, erróneo y, además, bastante molesto. Yo soy así, me indigno por tonterías.

Al navegar por la red, abrimos un blog, el twitter o el facebook de usuarios canarios y nos encontramos con textos escritos en los que se utiliza de forma habitual la segunda persona del plural (tenéis, buscad, hubieseis, detendríais, habéis tocado...). Un uso, exceptuando pequeños reductos de nuestras islas, que nada tiene que ver con la realidad lingüística del archipiélago.

Las nuevas tecnologías también usan la lengua para comunicarse, afortunadamente. Y es cierto que el uso de la lengua en las redes tiene unas características diferentes al uso habitual, pero no por ello deja de ser lengua, ya que concluye con el mismo objetivo común: la comunicación. Todos esos usos son aceptables. Otra cosa es cuando se vulneran, se cambian, se amalgaman las formas adecuadas de cada situación de habla creando una forma totalmente artificial. Una cosa es usar emoticonos o expresiones creadas para ese tipo de medios y otra es intentar escribir usando las características normativas de otro lugar distintas a las propias. 

El asunto trasciende aún más. Este uso atropellado va más allá de los textos escritos en la plataforma globalizadora. También lo podemos encontrar en la lengua oral en los mismos soportes digitales o en las declamaciones en público. Cuál fue mi sorpresa al encontrar un día en la puerta de mi casa a una chica de mi pueblo que llegaba a venderme un producto que distribuye una empresa peninsular. La chica aconsejaba usar ese producto con argumentos que «vosotros mismos podréis comprobar» o «me llamáis para cualquier duda». Mis oídos no daban crédito. Casi me desmayo al ver cómo combinaba un «ustedes» con un «recordáis» sin inmutarse. A punto estuve de preguntarle si le había pasado algo en la boquita.

Hace poco acudí a una obra de teatro infantil. Disfruté mucho: los niños siempre producen esa sensación agradable cuando son protagonistas en algo. Pero algo hizo saltar la alarma en mi cerebro: los parlamentos de la obra alternaban las formas canarias y las formas peninsulares, creando un popurrí lingüístico inexplicable.

¿Qué será lo próximo? ¿Pronunciar la /z/?




Superada ya hace muchos años la discusión sobre si existe un español estándar, parece contradictorio que encontremos este hecho flotando en el aire cada día más, como un virus.
 
Resulta un tanto quejoso que, cuando por fin aquellos profesionales de la radio y la televisión que procedían de lugares como Canarias o Andalucía han retomado sus acentos originales, empiece a usarse este tipo de características impropias de las zonas y a imitación de otras más castizas. Fíjense en cómo se muestra desde hace ya mucho tiempo el acento andaluz de María Teresa Campos o José Antonio Maldonado sin ningún complejo, o el alivio con el que habla ahora un entrañable Paco Montesdeoca al dejar fluir su acento canario más que correcto. No sé cómo pudo mantener Cristina García Ramos su acento en aquella época en la que era obligatorio pronunciar un español muy de Valladolid o Burgos, si se quería trabajar en un medio de comunicación de amplitud nacional, y lanzar a los cuatro vientos aquel «CoraSón, coraSón». En aquella época y, según algunos, los españoles del sur, noroeste y nordeste (o sea, prácticamente el 65℅ de la población) teníamos «problemas de dicción». En fin. No sé yo quién tendría el problema.

En contrapartida y, sin que mi asistencia sirva de precedente, me he encontrado con la reciente incorporación de un cura a la iglesia de mi pueblo que trasmite su misa haciendo uso de la norma lingüística canaria. Al principio perecía extraño, tan acostumbrados nos tenían a la mezcla entre fragmentos institucionalizados con un uso peninsular y el resto de fragmentos de plática con un uso normativo canario. Pero paulatinamente el discurso se fue haciendo más lógico y, sobre todo, más cercano.

De todas formas, será lo que tenga que ser: los caminos de la evolución lingüística son inescrutables. Así que, podéis (pueden) ir en paz. Y que la bendición del Señor descienda sobre todos vosotros (ustedes).

jueves, 6 de febrero de 2014

Gary Moore, el viaje a la semilla

Para Carlos, el más elegante modesto.



Las horas que crecen a la derecha de los relojes deben alargarse por la pereza, ya que son las que más seguramente llevan a la muerte.
Viaje a la semilla, Alejo Carpentier

Como quien contempla el vuelo de un pájaro esperando que se pose en el árbol más cercano, esperábamos que en la página web del gran guitarrista saliese la fecha española de su gira. Pero se posó en el peor árbol para él: el árbol podrido. Quiso el destino que ese árbol se encontrara aquí, muy cerca, en el jardín de un hotel de Estepona (Málaga), y que significara la llegada a tierra de un náufrago que se encuentra con la isla habitada y cae inerte en la ceremonia de bienvenida.

Hoy hace ya tres años desaparecía uno de los grandes guitarristas (y vocalistas) de la escena del blues y el hard rock: Mr. Robert William Gary Moore.

La carrera de este artista, que debió nacer al menos mulato, se puede dividir en dos grandes partes bien diferenciadas: una primera etapa de unos 20 años, en la que estableció como telón de fondo el blues y se entregó al rock, hard rock, heavy metal e incluso al jazz-fusión en bandas poco conocidas como Skid Row (no confundir con la banda de heavy metal), Thin Lizzy (en la que coincidió con su gran amigo Phil Lynott), Colloseum II o en solitario; y, una segunda etapa, con BBM, Scars o con su propia banda a partir de 1990, en la que se entregó de lleno al blues, el origen de toda esta música.

Ya en aquella primera etapa, emulando a la enredadera de «Viaje a la semilla» de Alejo Carpentier, creció una madura y sentida pieza creada junto a su amigo Phil Lynott, un inglés mestizo que se convirtió en un héroe en la vecina Irlanda. Las calles de París son distintas, más bellas si cabe, a partir del día que vino al mundo Parisienne Walkways. El paso del tiempo no ha hecho mella en tremenda composición.



Durante los 80 se introduce en el rock más melódico y se deja seducir por las influencias celtas de su madre patria. Es el momento en que se da a conocer a toda Europa y al resto del mundo. Inolvidable aquella Out in the Fields o la épica Over the Hills and Far Away de su LP Wild Frontier.

El disco After the War de 1989 supone un impasse, un regreso al hard rock a modo de despedida en el que colaboran dos grandes figuras de este género: Ozzy Osbourne y Cozy Powell. La madurez musical enfilaba el cruce de caminos donde se decide el regreso a casa.

Borrábanse patas de gallo, ceños y papadas, y las carnes tornaban a su dureza.
Viaje a la semilla, Alejo Carpentier

Como en el cuento de Carpentier, las hojas y ramas (el rock, el jazz, el heavy metal) se iban desvaneciendo para dejar al descubierto el tronco y su semilla: el blues. El álbum Still Got the Blues (1990) marca un antes y un después. Gary Moore se vuelve más intimista y gira hacia los encantos y sensualidad de esta música. Los éxitos no tardaron en llegar de la mano de temas como el que da título al disco, King of The Blues, Walking by Myself, Midnight Blues o la excitante Oh, Pretty Woman, grabada junto a uno de los tres reyes de la música del Mississippi: Albert King. A este gran éxito, le siguen After Hours (1992), con la colaboración de B.B. King y Albert Collins, Dark Days in Paradise (1997), la declaración de intenciones que supuso Back to the Blues (2001), el homenaje a los clásicos en Close As You Get (2007), Bad for You Baby (2008) u otros trabajos en diferentes formaciones. En 1993 salió a la venta toda una joya en directo, Blues Alive, un disco para enmarcar digno de una futura entrada en este blog.

Moore captó desde el principio la energía de Jimi Hendrix y nunca tuvo miedo a que su blues sonara a rock ni a que su rock sonara a blues. Es por ello, que el destino quiso que lo último que grabara fuese un disco tributo a esa gran figura: Blues for Jimi (2012).

El tiempo invertido acaba por hacer desaparecer, sin violencia, tranquilamente, a los personajes más relevantes. Pero sus seguidores sabemos que Moore siempre tendrá un blues para nosotros.

Te echamos de menos, Gary.