lunes, 30 de diciembre de 2013

En el principio fue la música, el arte de las musas

Sin música la vida sería un error
Friedrich Nietzsche





Después de un duro día de trabajo, te trasladas hasta el aparcamiento y entras en el coche; dedo al botón del play y el cansancio va desapareciendo de vuelta a casa gracias a la música. Esto es un sencillo, pero habitual, ejemplo del poder reparador de esta arte. Ya en la Antigüedad Clásica, Platón decía que la música es al alma lo que la gimnasia al cuerpo.

Aunque algunos hayan pretendido históricas asociaciones malévolas, como hizo Hitler con Wagner, la música es un lenguaje universal que no entiende de idiomas, ni de culturas, ni de razas, ni de religiones, ni de sexos… Según el escritor Gonzalo Moure, «la música es el medio para comunicar lo que las palabras no pueden».

La Fundación Barenboim Said formó en 1999 la WEDO (West-Eastern Divan Orchestra), compuesta por talentosos músicos palestinos y judíos con sede en Sevilla, y cuya máxima defiende que “el conocimiento es el principio”. Es muy difícil imaginar que estas dos culturas tan enfrentadas desde hace más de sesenta años se unan con facilidad para crear arte, para crear música, dejando de lado cualquier dogma o precepto. Pero la música lo traspasa todo.

El compositor Eric Whitacre consiguió reunir un coro virtual de unas dos mil voces para unir todo el mundo a través de la música.

Hay sociedades sin escritura pero ninguna sin música. Leonard Bernstein decía que «la música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido». Cuando se escucha música en grupo se produce una actividad emocional que nos une, se forjan lazos sociales, se rebajan las tensiones y se fomenta la cooperación. Como apostillaba Robert Browning, un poeta inglés del siglo XIX, «el que escucha música siente que su soledad, de repente, se puebla». Unos siglos antes, Cervantes escribía que «la música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu».

Recientemente se ha descubierto que al escuchar música se activan las áreas del cerebro que se encargan de la imitación y la empatía (neuronas espejo). Aprendemos a hablar al escuchar los sonidos musicales del lenguaje. Cuando hablamos cantamos, le damos ritmo a la conversación para transmitir una u otra sensación.

La música nos hace sentir cosas diferentes según el momento. Nos hace identificar personas, lugares, situaciones... Forma parte de nuestra vida como un elemento imprescindible. Recordamos nuestras épocas pasadas apoyándonos en canciones que forman parte de nuestra particular banda sonora. La música proporciona recuerdos, sí, también tristes. Y así, se puede decir que una canción no gusta porque es capaz de evocar un momento de la vida que no satisface. No obstante, la música da unas pinceladas y transforma el peor momento en una obra admirable.





La música inunda otras artes, como el cine, para completarlas. La banda sonora de una película nos traduce las emociones y estados de ánimo de los personajes; sin ella el cine pierde contenido o produce una ambigüedad que no es deseada por el director (a veces sí lo es). El mismísimo Steven Spielberg decidió que la vida extraterrestre se comunicaría con nosotros a través de una serie de cinco notas en aquella inolvidable Encuentros en la Tercera Fase.

                            Michael Matijevic  fue la voz de Mark Wahlberg en Rockstar



No hay estación del año que no recordemos gracias a ella, como los villancicos en Navidad o la canción del verano. La música es parte de la publicidad; relacionamos una marca comercial con una sintonía o canción. No es gratuito que muchas empresas nos hagan esperar al otro lado del cable telefónico con una musiquilla. No hay tienda, pub o centro comercial que se precie que no esté ambientada con canciones acordes a la situación. Y no existe una buena fiesta si no hay música de fondo.



De todas las artes, la música es la más solidaria. Muchos músicos pertenecen a organizaciones como Axis of Justice, una organización fundada por Tom Morello de Rage Against The Machine y Serj Tankian de System Of A Down con el fin de buscar mejoras en la política social. Se graban discos benéficos como No Boundaries para recaudar fondos a favor de los refugiados kosovares y en el que han participado artistas tan dispares como Pearl Jam, Black Sabbath, Alanis Morissette, Neil Young, Jamiroquai o Shakira. O se organizan conciertos con los mismos fines, en los que se crea una magia que no aparece en ningún otro tipo de espectáculo. Es el momento en el que algo inexplicable se apodera del entorno tocando conciencias. No es de extrañar que el reputado director de orquesta Pablo Heras-Casado esté convencido de que la música es una combinación de análisis y pasión.



La música es el arte más directo, entra por el oído y va al corazón. La música en vivo es la interacción de las musas. Quizás algo de lo que otras artes carecen. Es el momento en el que se presenta la obra de arte al público en tiempo real.

En 1969 Woodstock representaba a toda una generación unida para protestar contra la guerra y en favor de la paz y el amor. Más de 400000 personas se dieron cita durante los tres días que duró el evento, pese a la lluvia que tiñó de sepia su recuerdo.




El Live Aid, concierto promovido en 1985 por Bob Geldof, reunió simultáneamente en Wembley y Filadelfia a los mejores artistas del momento en favor de los pueblos de África Occidental que sufrían una grave sequía. La actuación de U2 fue una de las más memorables cuando abrieron su actuación con la muy simbólica y emblemática Sunday Bloody Sunday o cuando sacó del público a una fan enfervorizada y bailó con ella. Mientras tanto, en la otra orilla del Atlántico las piernas de Tina Turner se deslizaban por el escenario para acompañar a un hiperventilado Mick Jagger.




1989. Moscow Music Peace Festival. Era la primera vez que las mejores bandas de hard rock cruzaban el histórico Telón de Acero para darse cita en un enorme espectáculo a favor de la paz y en contra de las drogas, aunque la mayoría de los músicos participantes llegaron en su particular vuelo psicotrópico. El público del Lenin Stadium de Moscú enloqueció y se levantó de sus asientos desde el primer momento (cosa que se les tenía totalmente prohibido). Los soldados, que hacían de seguridad, no pudieron más que despojarse de sus chaquetas y gorras uniéndose a la gran fiesta. Tres meses más tarde caía el Muro de Berlín y dos años después la Unión Soviética. No es de extrañar que al evento se le bautizara como el día en que las guitarras fundieron el Telón de Acero. Si esto no se incluye en los libros de Historia, Herodoto se removerá en su tumba.




Parece que todo lo que podemos expresar sobre esta bella arte se queda corto o es insignificante. Las musas me atraparon hace muchos años y no me han dejado salir de su universo. Pero tampoco yo he necesitado en ningún momento huir de su en(canto).



sábado, 21 de diciembre de 2013

Un toque de canela o la sal de la vida

Si miramos atrás en los andenes la imagen permanece como una promesa



Un toque de canela es un inquietante drama cómico lleno de simbolismos que descubre en su trasfondo los problemas históricos entre los pueblos griego y turco. La historia se repite: muchas familias tuvieron que separarse para no volver a verse en muchos años. Los turcos expulsan a los griegos de Estambul por ser griegos y los griegos reciben a estos como turcos. Decidir entre tu padre o tu madre, escoger convertirte a otra religión o poner las creencias e ideales por encima de todo. Demencial, pero real. La triste y vieja historia.

Con la temática gastronómica en forma de metáfora de la vida misma, la obra recuerda la estructura y receta utilizada por la mexicana Como agua para chocolate.

La madurez actual del protagonista Fanis nos remite al recuerdo de su infancia y a la preparación de cualquier comida que se precie.

Los entrantes suponen las primeras lecciones culinarias de su abuelo Vassilis, o lo que es lo mismo, las primeras lecciones de la vida. Vassilis enseña a Fanis (g)astronomía a través de un juego etimológico constante a lo largo de todo el largometraje. Ese detalle lúdico aparece tras el velo de un realismo mágico oriental que nos transporta a pasajes de Las mil y una noches. La guinda de este periodo lo pone la adorable Saime, la niña que baila para Fanis.


 Tenía la habilidad de evocar sin provocar

El plato principal coincide con el  momento de brillantez de un joven capaz de afrontar la vida de otra manera distinta a la de los demás y crear platos sospechosamente deliciosos. Y ya se sabe, los necios mundanos se conjuran contra el genio.

Los postres suponen el reencuentro de Fanis con los valores tradicionales de la familia, la vuelta al pasado desde la perspectiva actual, una visión deformada del recuerdo que se mantiene intacto. Así se lo hace saber su tío, un experimentado capitán de barco: «Hay dos tipos de viajeros en la vida: aquellos que parten y aquellos que retornan; los primeros miran el mapa, los segundos miran al espejo». ¿Seguirá siendo todo igual?

Magistrales saltos temporales utilizados por el director dan linealidad a la historia más que hacernos perder el hilo narrativo. Como ejemplo, la escena en la que Fanis ayuda a un anciano a encender la vela en un templo ortodoxo, tal como había hecho su abuelo Vassilis con él treinta años antes.

La película inunda nuestros sentidos, sobre todo el olfato y el gusto, cosa extraña para un arte que casi siempre entra por los ojos. Las especias en la comida es lo que diferencia un plato de otro. La canela tiene el poder de hacer que las personas se miren a los ojos. Tiene el sabor del pezón que amamanta al recién nacido (y también al adulto). Es el sabor femenino por excelencia: dulce y amargo. Sí, la canela es lo más importante de todo, o lo es la astronomía, o lo es el amor.