miércoles, 15 de agosto de 2012

Who wants to live forever?


¿Quién no ha pensado alguna vez en vivir para siempre? ¿En ese deseo humano de inmortalidad? ¿Sería fantástico o con el tiempo se convertiría en un aburrimiento? La historia de la humanidad está plagada de leyendas y mitos sobre el asunto, desde la antigua Grecia hasta nuestros días. Nadie puede hacer algo para siempre, porque en ese camino se encontraría inevitablemente con la soledad. Gran parte de la travesía la haríamos en solitario. Pero el tiempo pasa y reemprendemos otro nuevo trayecto.

Soy de los que opinan que sería interesante probar la experiencia, aunque la sociedad siempre se ha empeñado en transmitirnos la idea de que todo tiene que acabar. ¿Herencia de la moralidad religiosa o autocomplacencia y resignación humana?

Como quiera que sea siempre nos queda, y nadie puede arrebatárnosla, la posibilidad de soñar. Eso sí es un regalo inmortal. El cine no ha sido ajeno a esto. Los Inmortales (Highlander) es una película que marcó muchas adolescencias de los 80 e hizo un doblete onírico perfecto: cine y música.


Del amanecer de los tiempos venimos. Hemos ido apareciendo silenciosamente a través de los siglos hasta completar el número elegido. Hemos vivido en secreto luchando entre nosotros por llegar a la hora del duelo final, cuando los últimos que queden lucharán por el premio. Nadie jamás ha sabido que estábamos entre vosotros...
... hasta ahora.

Después de esta entrada recitada por el inconfundible doblaje de Sir Sean Connery, suenan los primeros acordes power metal de Princes of the Universe:
Here we are, born to be kings.
We´re the princes of the universe.
Here we belong, fighting to survive.



Simplemente con eso ya merece la pena quedarse a disfrutar.

Unos efectos especiales que hoy nos pueden quedar un poco arcaicos o rudimentarios. Una versión española (el doblaje) con un sonido accidentado (dan ganas de aprender inglés). Un revólver que se mete en la segunda gaveta (o cajón) y luego se recoge de la primera. Unos impactos de bala procedentes de una ametralladora nazi que se cuelan en el cuerpo del protagonista con un ajuste de cámara errático. Todos ellos pueden ser gazapos que solo detectamos los que hemos visto la película muchas veces. Y aun así y pese a todo, es una película que nos hace sentir, soñar, que nos emociona y disfrutamos. La fotografía y los paisajes hacen que nos olvidemos de todo.

La banda sonora corre a cargo de Queen, A kind of magic. Un disco épico que viene a redondear el film y que nos hace recordar aquel mítico concierto en Wembley, en el que los técnicos de sonido tuvieron problemas para evitar que Mercury reventase los amplificadores. Esto sí que vivirá para siempre.



Si no quieren que desaparezca la magia, ni se les ocurra ver las secuelas. ¿Por qué a veces se empeñan los de la industria del cine en continuar algo que no tiene continuación? Utilizando la frase central de la película y en relación con el resto de la saga: “Solo puede quedar una”. El resto “es mejor que se queme y desaparezca en el infierno”.

2 comentarios:

  1. Estupenda película cuyos puntos fuertes son las secuencias en Escocia, Connery y un villano inolvidable. Ah, y la banda sonora. ¿Sabías que a Queen le pasaron la peli para que se inspirasen?

    ResponderEliminar
  2. Sí, es cierto. Para eso están los comentarios y los buenos comentaristas, para añadir cositas interesantes. Gracias

    ResponderEliminar