jueves, 11 de julio de 2019

Dos de cal y una de arena: Download Festival 2019 + (Día del Orgullo) + Bon Jovi en el Wanda


DOWNLOAD FESTIVAL MADRID 2019

De antemano, el cartel de este año del Download Festival no parecía acabar de convencer. Eso sí, los cabezas visibles eran suficiente razón para decidirnos a cruzar el Atlántico una vez más. Pero muchas veces las previsiones no se ajustan a la realidad y, en este caso, para bien.




Viernes, 28 de junio

Nuestra avanzadilla, Alfredo y David, se acercó el viernes para ver principalmente a unos Papa Roach, que al parecer dieron todo lo que pudieron, y a unos Scorpions que vinieron a cumplir el trámite que Aqueronte les está ofreciendo desde hace tiempo. Pero ya se sabe, en el rock no se jubila nadie. Amagan con ir al asilo y acaban escapando por la ventana.

Sábado, 29 de junio

El sábado se unió el segundo séquito, Suso y el que les escribe. La atracción del día se centraba principalmente en Stone Temple Pilots y Slipknot. No obstante, durante la tarde pudimos disfrutar de varias sorpresas como la que ofrecieron El Altar del Holocausto en el escenario 4. Muchas risas nos habían proporcionado previamente esta banda madrileña, tanto por su nombre como por su estética kukluxklaniana. Y es verdad que su indumentaria y el escenario lleno de cruces tiran un poco para atrás, pero la banda hace un post rock instrumental que crea una atmósfera bastante aceptable.

Rival Sons fue una de las revelaciones del festival. Su sonido zeppeliano setentero, agradable y muy honesto, se subió al escenario 2 para trasladarnos a otra época, haciendo un contraste musical muy adecuado con lo que habíamos escuchado hasta el momento. Actitud estupenda de su cantante, que tiró de su fondo de armario para involucrarnos en el ambiente que quiso, ayudándose de sus poses afeminadas propias del mismísimo Robert Plant. Un auténtico cock rock que tiró de la banda de una forma muy profesional, incluso cuando el sonido les jugó una mala pasada en una de sus últimas canciones. La tarde ya estaba calentita.

Red Fang se desempeñó bastante bien con su sonido punkero y canallita pero, para el que escribe, ese sonido nunca fue santo de su devoción y mucho menos ahora. Me vale con un par de temas.

La barca vikinga de Amon Amarth se volvió a subir al escenario tres años después de haberlos visto navegando en el Rock Fest de Barcelona 2016, donde nos dejaron con un buen sabor de boca. El cuerno de cerveza de Johan Hegg se elevó varias veces en el escenario para delirio de los asistentes, que no pudieron dejar de responder una y otra vez a las salutaciones del frontman: "¡Skol!".

Stone Temple Pilots había generado cierta expectación en cuanto al rendimiento de su nuevo cantante. Salir a sustituir a nada más y nada menos que al malogrado Scott Weiland no era una tarea sencilla. Pero había algo con lo que algunos no contábamos y es que se trata de un "triunfito" y estos saben emular a los artistas como nadie. Aun así, la duda que nos quedaba era si desprendería el aura de la banda. El chico lo clavó. A la voz, exactamente igual a la de Weiland, quizás algo más limpia, unió las posturas propias de una estrella del rock y se atrevió a añadir algo propio de los "triunfitos" como bajar del escenario y desfilar entre la multitud dándose un baño de masas. El público quedó entregado a temas míticos como Plush, Down o Roll Me Under.

A Slipknot se le conocen muy bien sus performances, que están llenas de buen sonido, pirotecnia y un gran juego de luces. No decepcionaron en su esperado regreso. Corey Taylor, quien combina espléndidamente sus labores con Stone Sour, comandó a los enmascarados para calentar el ambiente al máximo y volver a casa con un sabor de boca espléndido. Por allí sonaron todos los temas más esperados como Unsainted, Before I forget o una Duality que se coreó como si fuera la última canción del mundo. Así cerraron una grandiosa noche que nos dejó con muchas ganas de volver al día siguiente.

Domingo, 30 de junio

El domingo se nos unió el último eslabón de la cadena: Julio. Así, ya todos juntos, volvimos a adentrarnos en los magníficos exteriores de la Caja Mágica. Gran organización que dio la sensación de un control y seguridad totales.

El calor, protagonista de esta jornada, parecía que no iba a superar el nivel del día anterior. Pero lo consiguió. Soluciones más viables y rápidas: mojarse la cabeza en los grifos instalados en algunos laterales y agenciarse unas cañas. Por lo demás, la organización salió al rescate haciendo subir a un chaval con una manguera de bombero para regar constantemente al público que ardía fervorosamente por la temperatura cercana a los 40° y el show que se marcaron los Brass Against. Todos entendimos lo mismo cuando acabó su espectáculo a media tarde: menos mal que esto no había sucedido en el tramo final del día; de lo contrario, nos hubiesen tenido que sacar de allí con espátula. La banda pasa por su filtro de instrumentos de metal canciones de Rage Against The Machine, Tool o Audioslave. Y el resultado es impresionante. Se vienen arriba comandados por una cantante, Sophia Urista, que vuelve loco a todo el mundo, no solo porque no para de moverse y animar al público, sino porque posee una voz prodigiosa. Se salió del escenario para desorbitar a todo el público congregado ante el escenario 2 y lo hizo corear como posesos aquellas "Fuck you, I won't do what you tell me. Motherfucker!".

Toundra. Sin duda alguna, la banda madrileña es una de las mejores en esto del post rock instrumental a nivel europeo. Como siempre, se hicieron un setlist que crea un ambiente apocalíptico que te hace viajar en el espacio y el tiempo. Pero es verdad que pierde un poco al aire libre y con el sol pegándote en el lomo.

En el escenario 2 ya se preparaban Soulfly. Max Cavalera y los suyos ya no suenan novedosos como antaño, pero pusieron toda la carne en el asador, dirigiéndose al público de vez en cuando en un correcto español. Eso sí, todas las miradas estaban puestas en su hijo, Zyon, que aporreaba los parches de la batería como un auténtico poseso. De tal palo...

Por allí estuvieron también Sum 41, quienes dieron todo y más sobre el escenario matizando su actuación con algunas versiones de clásicos del rock. Gran espectáculo que, sin embargo, este que les escribe no sabe disfrutar como sus fans.

Y llegó el momento más esperado: Tool. Una enorme estrella de siete puntas se erigió en lo alto del escenario y el solar del festival se llenó como nunca: unas 70 000 personas, según algunos medios de comunicación. Dos pantallas enormes mostraban imágenes de los vídeos hipnóticos para acompañar a las también hipnóticas canciones perfectamente ejecutadas por cuatro enormes músicos.

Arrancan en una comunión especial, con un sonido espectacular apoyado en las bases rítmicas de Danny Carey a la batería y Justin Chancellor al bajo. La guitarra de Adam Jones suena con una gravedad exclusiva, con un groove contundente que te mueve el cuerpo con mucha facilidad.

Maynard aparece en un segundo plano, en una tarima, con una estética cyberpunk, cresta incluida, como extraído de una película futurista, aferrado al micro y formando una imagen críptica muy enloquecedora.

Desde los primeros acordes de Aenema el espectáculo fluye como la seda pasando por grandes canciones como The Pot o Forty Six & 2. Los riffs de Vicarious y Jambi encandilaron a un público totalmente entregado, que llegó al éxtasis con el cierre de Stinkfist.

Interludio

El paréntesis entre conciertos se hizo gracias a la coincidencia de la Cabalgata del Día del Orgullo. Madrid se vistió de los colores del arcoiris, pese a quien le pese, para dar paso a una alegría y diversión catárticas, envolventes y muy disfrutables.


BON JOVI + MAREA



7 de julio de 2019

Acercarse al Wanda Metropolitano tenía el atractivo de ver un moderno estadio con una arquitectura espléndida, en el que seguramente se disfruta el fútbol a tope, no solo por su entregada afición sino porque desde todos los lados se alcanza a ver perfectamente.

Por otro lado, no parece ser el mejor sitio para un concierto. Sus problemas de acústica son bastante perceptibles desde un primer momento. No obstante, nos encontrábamos allí para disfrutar de una banda que durante décadas se encumbró como una de las mejores en directo: Bon Jovi.

Comencemos con un primer error. Para esta ocasión la organización del evento eligió, no sé cómo demonios, a la banda nacional Marea como teloneros. Incomprensible. Se trata de una banda que nada tiene que ver con Bon Jovi, que declaró en su Facebook oficial de forma despótica algo así como que el guapito de Nueva Jersey los había invitado a abrir para ellos y que habían aceptado para no hacerles un feo. Ese rollo de ir de malote, de pseudoartista y pasota está bien si eres elegante y tienes una legión de fans detrás de ti. De lo contrario, quedarás como un idiota, que es justamente lo que pasó.

Un sonido atronador en el peor sentido de la palabra, demasiado alto, sobre el que apenas se distinguía una sola sílaba que emitía el cantante Kutxi Romero. Eso sí, los comentarios entre canción y canción de esta mala copia de Extremoduro sobre Jon Bon Jovi, al que el Kutxi Kutxi denominaba "el Rubiales", estaban totalmente fuera de lugar. No he escuchado mayor ridículo de un artista menor telonero conocido en los bares del pueblo de su natural Navarra hacia otro artista mayor cabeza de cartel de una talla internacional indiscutible. Ni una sola línea más sobre estos indeseables.

Jon Bon Jovi saltó al escenario como emergiendo delante de unas pantallas enormes que se hubiesen podido ver desde el otro lado de Madrid. Está físicamente perfecto, lo que le permite ejercer unos movimientos sobre el escenario de líder indiscutible y una sonrisa encantadora que enamora al más pintado. Eso es así. Cuando la pantalla apuntó a Jon y este alzó los brazos sonriendo y mirando en nuestra dirección, a la chica colombiana de la fila de atrás casi le da algo y exclamó: "Ay, pero qué bello es".

Como decíamos, el montaje del escenario es impresionante. En el previo, las enormes pantallas nos vendieron la marca de salsa de tomate de Jon, su próximo crucero por el Mediterráneo y otros productos de merchandising. A esto se le une la pasarela que se cuela en el recinto y un juego de luces e imágenes con una nitidez de altísimo nivel.

El concierto comienza con una previsible Thie House Is Not For Sale y salta la alarma por el sonido poco ajustado, sobre todo en la voz. Esperando que esto vaya tomando el orden lógico, la banda arremete con una Raise Your Hands que, 35 años después, hace saltar chispas en el estadio. Los 50 000 asistentes tienen sus brazos puestos en alto y corean el estribillo hasta desgañitarse. Pero el problema de la voz no mejora. Es más, comienza a verse a Jon incómodo tras el micro, agarrado a él como una lapa y haciendo unos sufridos esfuerzos que empiezan a preocupar. Así seguiría todo igual hasta el final del setlist. Un setlist que, junto al público hiperagradecido, salvó un concierto que pudo haber sido mágico. Aquello fue una fiesta, pero Jon no estuvo bien a la voz. Por allí pasaron los clásicos del Slippery When Wet como You Give Love A Bad Name, Wanted Dead Or Alive o Livin´ On A Prayer y los del New Jersey como Born To Be My Baby, Bad Medicine, I'll Be There For You o Lay Your Hands On Me. En medio se incrustaron otros éxitos más tardíos como Have A Nice Day o It's My Life y alguna balada prescindible como Bed Of Roses, una ñoñada perfectamente sustituible por otra como Never Say Goodbye, por ejemplo.

El sufrimiento de Jon Bon Jovi estaba empezando a trasladarse a nuestros cuerpos cuando le veíamos hacer gestos extraños con el ojo derecho y cuando se le empezaron a salir las venas del cuello. Además se despistó de entrar en una de las canciones y pidió perdón a su banda. Desdibujaba las letras de las canciones con un tono bajísimo, haciendo cortes continuamente en el fraseo con truquitos de micro muy descarados.

Pero todo ello aparentaba no importar. La gente estaba allí para pasarlo bien y le echó el mayor de los capotes al músico. Esto lo hacemos entre todos, parecía ser la consigna.

No habían pasado 10 minutos de concierto y ya se echaba de menos a Richie Sambora. Cuánta ayuda habría hecho y cuánta falta nos hizo aquella noche.

Durante la parte más floja del concierto, mientras esperaba por el avituallamiento, una chica se me acercó y me preguntó qué me estaba pareciendo el concierto. Manifesté mis quejas con el tema del sonido y, sobre todo, la voz de Jon. Ella se encogió de hombros y me trasladó su preocupación por la crónica que tenía que escribir al día siguiente en su medio de comunicación (jamás me dijo cuál era). "Intentaré no ser muy dura", me dijo. "Escribe la verdad", le contesté; y nos despedimos.

En definitiva, el Wanda no parece ser un estadio para la música. La banda estuvo bien, sobre todo el desempeño de Tico Torres en la batería o David Bryan en los teclados. Jon estuvo mal a la voz. Esto es así, le pese a quien le pese.

Si no llegas a las notas de antaño, lo que hay que hacer (lo que se hace) es bajar medio tono a las canciones. Si crees que con esta maniobra las canciones deslucen, apóyate vocalmente en el resto de la banda. Si aún con esto no alcanzas unos mínimos, pues cierra el grifo, tómate un descanso. Es hora de ir pensando en un retiro digno para el recuerdo.

PD: Dejamos unos saluditos aquí para Chiqui y Marita, que también acudieron a ver a Bon Jovi.

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