miércoles, 5 de julio de 2017

Taxistas del mundo y rock progresivo (Be Prog My Friend 2017)



Viernes. Baloncesto, proposición decente y rock

Tras tropezarnos varias veces con el "Chacho" Rodríguez en el aeropuerto de Los Rodeos, salimos con 45 minutos de retraso hacia Barcelona. La resignación pudo con nosotros al comprender que iba a ser imposible llegar a tiempo para ver la actuación completa de Mike Portnoy y su Shattered Fortress.

Pero es probable que el piloto se pusiese de nuestra parte pisando a fondo para recortar una media hora de vuelo. Todo se hizo un poco más llevadero y la tensión se rebajó bastante cuando una azafata le pidió matrimonio a bordo al sobrecargo y los pasajeros estallaron de júbilo entre un "quesebesen" unificado.

Rachid nos trasladó en taxi del aeropuerto al hotel. No hizo falta más que una pequeña indicación para que localizara en su cabeza la situación de la calle.

—Al llegar al hotel, ¿podría esperarnos unos minutos para seguir hasta el Pueblo Español?

—Sí, sí, claro.

Pero al llegar, Rachid nos avisó de que no podía esperarnos porque delante del hotel había una parada de taxis. No era legal.

Dionisio, el siguiente taxista de unos 60 años, continuó con la tarea tras registrarnos fugazmente en el hotel.

—¿Y qué hay en el Pueblo? —dijo sin ningún acento catalán.

—Un festival de rock progresivo, o sinfónico como se llamaba antes.

—Uf, vaya. ¿Y de dónde venís?

—De Canarias.

—¡Ostras! ¿Solo a eso? ¿Y sin las parientas? Sois mis ídolos...

(Risas extras)

Tras un momento de silencio y tras pasar la plaza de España, Dionisio añadió:

—Pues en Can Zam está el Rock Fest también.

—Calle, que lo sabemos, pero teníamos que decidirnos.

—Vienen los Deep Purple.

—Ya, ya, por eso.

—Y los Aerosmith.

—Sí, sí, para esos tenemos entradas en Tenerife el próximo sábado.

—No paráis, ¿eh? A mí los Purple me molan, los clásicos de AC/DC, los ZZ Top...

Dionisio nos relató que un cliente italiano le había hablado de un grupo del país transalpino que vienen a ser los homólogos de Barón Rojo y se ocupó de ponernos una muestra en el equipo de música de su taxi en un semáforo en rojo.

—Pero yo, por ir a conciertos, he ido hasta Joan Manuel Serrat. 11 horas me tuvo en cola la parienta para comprar las entradas. Bueno, a mí no exactamente. Yo iba a comprar bocatas y cervecitas para que no le faltara de nada. Bueno, aquí estamos, el Pueblo. Venga, dadle duro.

La plaza de El Pueblo tenía un aforo perfecto para moverse entre la gente. Y si hay que destacar algo de todo el fin de semana fue el sonido pulcro y afinado, certero y ajustado, en un recinto admirablemente sonorizado. El Poble Espanyol es un sitio perfecto para escuchar música en directo.

Aprovechamos para acercarnos hasta el escenario mientras el señor Portnoy bateaba sin descanso con su Tama las primeras canciones de su Twelve-step Suite. Esta exclusiva gira la hace junto a la banda inglesa Haken más el excelente guitarrista Eric Gillete (Neal Morse Band), quienes cumplen en la ejecución de forma extraordinaria. Eso sí, al vocalista de Haken se le vio a veces un tanto incómodo para llegar a las extremadas agudas notas de James LaBrie. Pero todo estaba muy bien pensado. Gillete, quien se desenvuelve muy bien en el aspecto vocal, aportó cuidado y finura a The Root Of All Evil. Portnoy, que evidentemente no es un cantante brillante, interpretó a las voces Repentance mientras marcaba ese contratiempo a la batería que le da mucha más emotividad a ese soberbio tema. Cuando ya se pensaba que estaba todo terminado y, a pesar de ser muy temprano, volvieron a salir a escena y movieron a la masa como se esperaba con una Dance of Eternity majestuosa, tema añadido a la suite que vale todo un concierto.

Marillion era otro de los platos fuertes del día. Las expectativas estaban altas y así se mantuvieron, hasta el final. Un histriónico Steve Hogharth, perfecto a la voz, subiendo y bajando mientras utiliza el falsete en su justa medida para dar dramatismo a las letras, iba perfectamente acompañado al bajo del talentoso y animado Pete Trewavas y de la elegante guitarra de Steve Rothery. Los británicos vinieron a presentar su última obra F.E.A.R. y por ello el setlist fue un 90 % de ese disco. El punto más emocionante fue cuando empezaron a sonar los acordes de The New Kings. Seguro que a alguno se le fastidió la próstata mientras escuchaba atónito el recital, pero no creo que le haya importado lo más mínimo.

Con un buen sabor de boca y pletóricos por lo que habíamos presenciado, nos subimos al taxi de Mustafá que nos llevó con corrección al hotel, sin incidentes y ahorrándonos algún euro en la carrera.



Sábado. Gastronomía, el problema del servicio público y sorpresa en el rock

Tras la inspección a la zona gastronómica de Sants, Norberto nos recogió en la estación no sin antes mantener una discusión bastante acalorada con otro taxista que le había indicado a quién le correspondía el turno. Por el camino, nuestro conductor hispanoamericano nos dibujó los entresijos del problema del gremio en Barcelona a través de un monólogo.

—Todo lo que nos está pasando en este trabajo es poco. Nosotros mismos no le paramos la bola a esa mierda y este que me acaba de decir le conozco yo bien y es un hijo de puta. Perdónenme la expresión, amigos. Le tocaba a él el turno, pero como ustedes los pasajeros no llevaban maletas, ya vieron que la colita era próxima y no les convenía. Si a mí me da igual, yo estoy trabajando y hago el servicio que me toca. Además, si yo ya tengo el día ganado, que he ido a Tossa de Mar. Bueno, amigos, aquí estamos, 6,25 €, y que se la pasen muy bien. Hasta luego.

Abrir un festival a las 17:15 de la tarde con todo lo que queda por delante es tarea ardua. Pero cuando una banda cree en lo que está haciendo y se preocupa al milímetro de transmitir al público sus emociones hechas canciones, el obstáculo es mucho menor. Con el sol todavía dando en la nuca, Jardín de la Croix salieron a mostrar su post rock atmosférico que llenó el recinto de sensaciones espaciales. Cada canción es un capítulo individual de una novela diferente. La banda pone toda la carne en el asador y por eso les ha llovido y le seguirán lloviendo ofertas internacionales. Es difícil destacar a un músico sobre otro, porque realmente son muy buenos todos, pero Israel Arias es un batería al que habrá que seguirle la pista. Por cierto, estuvo a nuestro lado un rato escuchando a Devin Towsend.

Toda la prensa alaba a Devin Towsend como un adelantado, un virtuoso y un gran compositor, pero cuando la propuesta musical no nos llega, pues no nos llega. Hasta aquí.

Según cuenta la prensa especializada, Anathema acaba de grabar uno de sus mejores discos, The Optimist. Aún no hemos podido escucharlo, si exceptuamos la propuesta de algunos temas que nos hicieron desde el escenario esa tarde. Lo que está claro es que a los hermanos Cavanagh se les ve muy cómodos con lo que están haciendo, que ponen mucho empeño y cuidado. Lo que son ahora no es más que una evolución natural de lo que ya venían haciendo estos últimos años, desde que dejaron de hacer death metal, ¿quién lo diría?

Nuestra apreciación nos hizo suponer que el público joven que estaba allí ese día lo hacía para verlos a ellos. 

Siete años han pasado ya desde que los viéramos en el Sonisphere de Getafe a media tarde, con un sol que pegó tan duro sobre la frente albina de Vincent Cavanagh, que al finalizar su actuación seguramente tendría que ser atendido con tubos de aftersun.

Las voces de Lee Douglas y de Vincent están perfectamente conjuntadas y se funden para dar ese tono melancólico que actualmente posee la banda. Sin embargo, antiguos himnos como Natural Disaster siguen siendo los que motiven al personal. Quizás echamos de menos que estas nuevas composiciones estén prácticamente desprovistas de algún riff algo más roquero, pero no se puede pedir más.

La banda cerró su actuación con unos bises improvisados por un visiblemente desmejorado Daniel Cavanagh, acompañados de percusiones varias y prometiendo volver a Barcelona y Madrid el próximo otoño.

Jethro Tull. 55 años lleva en la música Ian Anderson. No esperábamos gran cosa de esta mítica banda, pero la sorpresa fue mayúscula. Sobre el escenario apareció el eterno juglar que no paró en ningún momento de tocar, cantar y dirigirse al público como un chaval de 20 años. Anderson ha encontrado la banda perfecta para deleitar a su público de siempre y proponerle al público actual una modernísima reinterpretación de sus temas, gracias a la incorporación del joven guitarrista alemán Florian Opahle, que se compagina con el resto de músicos fluidamente. Anderson no fue nada egoísta, dejó que sus músicos se explayaran en sus instrumentos, los jóvenes y los no tan jóvenes. Por allí desfilaron temas de la talla de Aqualung, Thick As A Brick o Living In The Past que Anderson introducía brevemente comentando su año de composición allá por los ¡años 60! Sinceramente, se nos borró del pensamiento que al otro lado de la ciudad estaban los Deep Purple sobre el escenario.



Nuestro taxista de esa noche pasó totalmente desapercibido. Un simple chascarrillo que aludía al descanso y nos plantamos en la cama del hotel a disfrutar en silencio de las buenas sensaciones. 

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