martes, 2 de abril de 2013

Arcadia. Un camino sin retorno




¿Hasta dónde puede llegar un alto ejecutivo desesperado que lleva dos años y medio en paro, después de haber sido despedido de una empresa en la que ha trabajado quince años? ¿Hasta dónde puede llegar ese hombre que tiene una esposa y dos hijos, una hipoteca que pagar mensualmente y que no consigue trabajo por estar sobrecualificado?

Recortes, reducción de plantilla, despidos… Palabras que retumban como pestes medievales en nuestra sociedad actual y que fueron elegidas por Costa-Gavras para este film de 2005, basado en la novela The Ax de Donald Westlaker, autor de otros grandes éxitos literarios y cinematográficos como Los timadores. Una comedia dramática, cuya mejor arma es el sarcasmo, cargada de una crítica ácida hacia un sistema de vida actual en declive absoluto. Perfecta para ojos con humor negro.

Ocho años después, Arcadia (Le Couperet) se muestra como una película visionaria que podría estar ambientada en cualquier emplazamiento capitalista del corazón europeo. Oteando la situación actual y comprobando las pocas perspectivas de futuro, a la sociedad le dan ganas de arremeter contra todo y acabar con lo que estorba a nuestra propia supervivencia. Es un milagro no haya más víctimas.

La frase que resume el trasfondo de la película, “Cuando hayan destruido la economía y todos estén parados, ¿a quién venderán sus productos de mierda?”, es una clara alusión al pensamiento del director, quien en unas recientes declaraciones dejaba claro que su “único compromiso es una cierta ética, junto con la realización de un espectáculo interesante, en la línea de Sófocles o Molière”. Y con respecto a la situación económica actual añadía que “hoy en día, Europa ya es solo un gran supermercado”.

Del director ya conocíamos su compromiso político y social basado en hechos reales como en Estado de sitio, Desaparecido o Z, o a través de la ficción como Mad City o esta Arcadia. El título es ironía premeditada, pues el nombre de Arcadia nos remite a un lugar idílico en el que reina la felicidad, la sencillez y la paz y en el que se vive en perfecta armonía con la naturaleza.

Las miserias humanas van creciendo como enanos en Bruno Davert, a medida que se hunde en la senda del fango devastador. Un personaje interpretado por José García, actor francés con ascendencia española que se ha convertido en el particular Jack Lemmon europeo de Costa-Gavras. En él, la pillería se vuelve perversidad y esta, a su vez, en algo macabro. La desolación y la locura que se apoderan de él es un arma de doble filo. Solo cuando se le toca la tecla sensible, la cordura reaparece para salvaguardar a los suyos. El dolor que le produce el retroceso de un revólver de la guerra al accionar el percutor se presenta como metáfora de la frustración y decepción del desempleado.


Quizás sobren algunos minutos de película, pues el buen ritmo que posee desde el principio se frena un poco cuando alcanzamos los tres cuartos del largometraje. Demasiados detalles de algo que ya está bastante claro. ¿Algo tramado por el cineasta para incrustarnos en el cerebro esa sensación de desolación?

4 comentarios:

  1. Magnífico director, donde el compromiso social y político han ido siempre de la mano en su prolífica y magistral filmografía. Solo añadir dos películas suyas imprescindibles de ver (junto a las que muy bien citas)"La caja de música" y "Amén",ésta última basada en unos hechos reales que ponen de manifiesto como el Vaticano miró para otro lado con relación al holocausto nazi. Et in Arcadia ego que decían los clásicos.

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  2. Tomo nota de la segunda película, que hace mucho que la vi y ya no la recuerdo muy bien. A lo de comprometido no le gana nadie. Si tiene que irse a otro país o cambiar de nacionalidad, no se corta un pelo.

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  3. ¿Te has dado cuenta de que esta entrada parece el presagio de lo que ocurrió en Italia hace unos días? Me refiero al parado desesperado que "quería matar políticos". Ciertamente, es un milagro que no pasen más cosas.

    Me apunto la peli, has conseguido que tenga muchas ganas de verla.

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  4. Ah, sí, es cierto. Pero qué mal le salió al italiano. Entiéndaseme, no me refiero a que hay que matar políticos, pero llamar su atención para que miren la realidad de frente, pues sí. ¿Qué quieren que les diga?
    Thank you

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