Dos
hechos nos han revelado en las últimas semanas algo que llevábamos
sospechando hace mucho.
El
primer hecho
es un programa televisivo dedicado a la figura de un genio, Miguel
Gila.

En
la serie de documentales Imprescindibles, RTVE ha elegido a esta
ineludible persona y personaje, y nos ha presentado al gran humorista
bajo el subtítulo de Gila nunca fue serio. Lo primero que se nos
viene a la cabeza es que los redactores estaban haciendo uso de la
ironía con este subtítulo. Quizás
podamos pensar
(o no) que la lectura se ha hecho de forma literal, que la intención
era separar el personaje de la persona. Sin embargo, una vez que
visualizamos el magnífico trabajo de este genio, nos damos cuenta de
que Gila realizaba el mejor de los análisis sobre la realidad que le
tocó vivir que, sin forzar en exceso, nos resulta un análisis muy
parecido al actual. Nada ha cambiado en esencia. Nada ha cambiado,
salvo que Gila podría llevarse en la actualidad algún disgusto con
las autoridades. Qué curioso y qué anacrónico.
El
segundo hecho nos remite a
la serie de Netflix The End of The F***ing World.
La
serie, aparentemente dirigida a un público juvenil, es tan
cómicamente cruel que refleja perfectamente la realidad, cual espejo enorme del escenario del mundo. Muestra
nuestros instintos básicos, nuestras acciones controladas
absolutamente por el poder del interés propio. Pero también muestra
un ápice de salvación, sin moralinas.
Las
evidencias son muy claras. Vivimos en un país tosco, literal. Tan
literal que confundimos realidad con ficción. Intentamos trasladar
la realidad a la ficción, cuando realmente lo que hay que hacer
es buscar la analogía
que
resulta de la ficción.
Este
país ha postergado
definitivamente
el
significado de ficción de la misma manera que ha perdido por
completo el
sentido del humor y
ha olvidado
totalmente su función, que no es solo hacer reír. La
ficción y el humor nos dan la descripción detallada de esa
realidad, pero
no es la
realidad.
Tanto
la ficción
como
el
humor
nos aportan diferentes enfoques y
posibles
soluciones. Son teorías muy serias que nadie se atreve a llevar a
cabo porque no interesan. Y
es una lástima que la mayoría de nosotros no se las tome en
serio.
PD:
Afortunadamente,
el
relevo generacional nos ha aportado cómicos como
Ignatius Farray, quien se atreve a apostar
irónica e irreverentemente por
El
fin de la comedia.
