Magical Mistery Tour. Situados en
la cúspide de la creación artística, los temas de este álbum y del anterior nacieron
en un período que no llegó a un año. Nuestro blasfemo espíritu nos hace pensar
que este disco es inconmensurable, lleno de composiciones que hacen honor al
título de esta fantástica obra: Magical
Mistery Tour, Flying (una
simpleza instrumental que indica a la perfección un “viaje feliz”), la
preciosista orquestación de Penny Lane,
Strawberry fields forever (ya, ya, “campos
de fresa”) o la intervención de Lucy, la del cielo con diamantes, en I Am the Warlus junto a la “natilla de
sustancia amarilla goteando del ojo de un perro muerto”, que nos hace pensar en
la descripción literaria de un cuadro de Dalí. Sencillamente alucinante. La cuarta
herejía entra en juego.
El disco blanco. Un álbum que
tuvo que esperar más de treinta años para que la crítica admitiera lo que es:
uno de los mejores del grupo. Grabación hecha bajo una ya turbulenta relación
entre sus componentes, pero suculenta creación artística, y después de la
fallida visita al Maharishi Mahesh Yogui en la India, que acabó prácticamente
con la sociedad del grupo. El propio Ringo Starr se ausentó del proceso de
grabación durante un tiempo y Paul se encargó de la batería durante ese período.
Las dos caras de la misma moneda que suponían Paul y John empezaron a
convertirse en una lengua bífida: mala cosa para la química que existió hasta
ese momento. Todos estos aspectos se reflejan en el resultado final: un disco
sobresaliente, pero sin ningún hilo conductor.
Al
tener ese formato doble, da mucho de sí: sonidos muy clásicos del grupo como Martha My Dear; las casi inexistentes,
aunque presentes, típicas ñoñadas y paridas de John y Paul como Ob-Lla-Di Ob-La-Da, Wild Honey Pie o Revolution 9;
sonidos que se asientan en el rock más puro (Happiness Is a Warm Gun, Back in the USSR o Birthday); en el rock psicodélico (la irreverente y crítica con
los críticos Glass Onion); los
auténticos abrazos a la madre de todas estas músicas: el blues (Why Don't We Do It in the Road?,
Yer Blues o Revolution 1); o la introducción de insólitos solos de guitarras… Incluso
hay momentos para acercarse al rock que empezaban a desarrollar los Stones,
como se aprecia en Everybody's Got Something to Hide Except Me and My Monkey o plantar las
semillas del hard rock y el proto-metal de los venideros 70 con el trallazo que
supuso Helter Skelter. Como vemos,
imposible que sea más completo en cuanto a eclecticismo se refiere, y el simple
hecho de contener una canción como While
my guitar gently weeps ya merece la pena un disco.
La quinta herejía nace de la asociación
de nuestro corpus musical particular. ¿No es un evidente guiño de ojo que uno
de los trabajos más conocidos de Metallica se conozca como Black? La
vinculación entre el White Album, en formato y estructura musical (mismo
número de canciones), con otro grabado 23 años más tarde es clara: Use Your
Illusion, los dos discos dobles de los Guns n´ Roses. ¿Un homenaje a una de
sus bandas de cabecera? La versión de Live
and Let Die de McCartney parece ser una muestra de sus intenciones.
Loable labor reivindicar a esos grandes desconocidos que aún son Los Beatles. Yo soy más de los Stones, pero a los Fab Four los deberían poner en las escuelas. Se lo debemos (casi) todo.
ResponderEliminarSí, yo también soy más de los Stones, por eso me sumergí en este desconocido (hasta ahora) mundo para mí. Espero haber estado a la (mínima) altura.
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