¿Qué
pasaría si Hitler no hubiese muerto en aquel búnker en 1945? ¿Y si
se hubiese quedado dormido, criogenizado y, por algún motivo
desconocido y manera extraña a nuestro entender, apareciese en mitad
de Berlín en el año 2014? Y lo que es peor, ¿y si una vez aquí,
entre nosotros, lo tomásemos por falso, como si fuera un actor de
método?
Este
es el arranque de una curiosa película producida en Alemania, mezcla
de drama, sátira y humor, que nos presenta una Europa actual
desorientada. La historia se presenta bajo la atenta mirada y el
análisis clínico del dictador. Para ello, la cinta está grabada
casi en su totalidad con cámara subjetiva y con un formato de falso
documental que le añade un enfoque mucho más verosímil. Un guion
genial, basado en la exitosa novela de Vermes Timur, cargado con una
crítica ácida que es imposible no relacionarla con aquella otra
obra maestra del cine alemán que es Good bye, Lenin!
El
descontento que se palpa en las calles a poco que Adolf Hitler
remueva cualquier tema social le hace pensar que la situación es
perfecta para su añorada intervención y sus ansiadas pretensiones.
El clima es perfecto. Una dependienta de un restaurante, que procede
del antiguo este de Berlín, explica los motivos por los que no va a
votar: "Allí, arguye, votar consistía en marcar la X justo donde te
pedían que la pusieses; ahora, en el sistema democrático actual,
todos votan lo que quieren, pero luego los de arriba cambian de sitio
la X y, al final, todo queda igual que lo que sucedía en el este".
Escalofriante declaración. Un joven le comenta al dictador que él cree que el
partido que gane debe decir lo que hay que pensar y hacer. "Esa
es la democracia que a mí me gusta", le responde Adolf Hitler.
El
Führer reflexiona sobre lo que va viendo y escuchando: "Reconozco
que lo que más me ha sorprendido es la gente", "La gente
me sigue porque en el fondo son todos como yo", "Había una
ira contenida en el pueblo que me recordaba a 1930. Solo que ahora se
le llama desencanto político". Con una facilidad pasmosa es
capaz de sacar lo peor de la gente en la calle: la xenofobia, el
racismo, la manipulación de los medios de comunicación. Sobre todo,
esto último. El invento de la televisión le fascina. ¿Qué no
hubiera podido hacer un megalómano de este calibre y su entramado
propagandístico en la actualidad con tales herramientas en los
medios de comunicación de masas?
Alguien
que por un momento trata de tomárselo en serio le pide argumentos a
sus deducciones y él no duda ni un segundo: "El sólido
fundamento de mis convicciones me permite llegar sin esfuerzo a las
conclusiones correctas". Qué pena que ya no existan sólidos
fundamentos y convicciones como esta; y qué lástima que las
conclusiones no sean otras.
La
interpretación de Hitler por parte de Oliver Masucci (quien ha aparecido recientemente en la serie Dark) probablemente
sea de las mejores hasta la fecha. Comparable a la de Bruno Ganz, que
estuvo magistral en El Hundimiento. Quizás la de Masucci se muestre
aún más natural, cotidiana, cómica si se quiere. Pero, ¿es que
acaso el personaje del Führer no era un personaje cómico? Charles
Chaplin lo demostró con exquisitez en la insuperable El Gran
Dictador allá por 1940, en plena actuación del personaje histórico.
¿No ha sido siempre la comedia la más seria crítica de la
realidad?
Estamos
viviendo en un mundo donde se considera loco al que destapa la locura
del que lo está realmente. ¿Buena parte de la población actual
seguiría, una vez más, los ideales y acciones del nazismo en virtud
de falacias y manipulaciones de la realidad? ¿No le sería fácil a
un personaje de estos llevar a cabo sus pretensiones en la actualidad en medio de esta tremenda confusión? ¿Será
acaso que en realidad ya está entre nosotros? ¿Habrá vuelto?
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