Lightning
Bolt
de Pearl Jam: Sigue dando jugo. Quizás no sea el mejor disco de la mejor banda grunge de la
historia, probablemente no, seguramente no. Pero la esencia de la mermelada de
perla está justo aquí: esos medios tiempos emocionantes y contradictorios, que
nos hacen ser felices al mismo tiempo que se nos cae una lágrima. Puro sello Eddie Vedder y Cía.
World
on fire de Slash: Caminando en
buena compañía. En realidad, esta es una doble recomendación: Slash, un disco de 2010 de colaboraciones, aunque muy logrado, y World on fire,
en el que definitivamente al músico se ha unido Myles Kennedy formando perfecta
conjunción. Alejado ya de la órbita que suponía Guns N´Roses, el peluche
de Slash demuestra, si es que tenía algo que demostrar, que está en forma, como
cuando de sus dedos brotaron auténticos clásicos como Mr. Brownstone o Nightrain.
En esta etapa de su vida no quiere ni oír hablar de la reunión con los gunners,
ese simulacro actual mal ejecutado liderado por el juguete roto que es Axl en
la actualidad.
The Essential de Richie Kotzen: Cuerda para rato. Desde hace ya años conocíamos a
este virtuoso guitarrista. Pero para este blog ha sido una sorpresa muy
emocionante poder prestar oídos, primero, a su trabajo con The Winery Dogs,
donde mostraba también su talento a la voz; y ahora, este disco recopilatorio
(con parte eléctrica y acústica). Un rock básico hecho y mostrado con mucha
maestría, cada acorde en su sitio, sin florituras pero intenso. Zas en toda la
boca para los que piensan que los virtuosos solo hacen música para otros
músicos.
Second Nature de Flying Colors: Sobrevolando horizontes. El segundo trabajo de esta
superbanda, apelativo un tanto manido últimamente, es otro trabajo para
enmarcar. Eso sí, tras la reiterada escucha de esta obra, nos atreveríamos a
decir que la senda compositiva estuvo marcada por algunos componentes más que
por otros (léanse Neal Morse y Mike Portnoy). Y eso se nota. Este segundo
trabajo tiende más a la onda progresiva en detrimento del asombroso y atractivo
eclecticismo de su ópera prima. Si exceptuamos el segundo tema Mask Machine, una creación que podía
haber encajado perfectamente en el álbum debut, este trabajo toma esos derroteros,
inevitables por otra parte. No obstante, es una obra accesible, ya que no
abandona nunca el matiz comercial añadido, entre otros, por el cantante Casey
MacPherson. El tiempo pondrá esta creación en el lugar que le corresponde, bien
alto.
Lazaretto de Jack
White: Como en madera y yeso. El
exmiembro de los White Stripes lanza su segundo disco con resultados
contradictorios. Al del look a lo Tim Burton, esto de la música a veces se le
va de las manos. Da la impresión de que intenta cubrir algunas carencias
musicales mezclando diferentes estilos, desde el folk hasta el garage, pasando
por el blues o el country, la sicodelia o el poprock británico, o tiñendo sus
creaciones con efectos de pedalera (¿intento de ser top trending?). Sin
embargo, ha conseguido captar nuestra atención y, aunque no sea un disco
cohesionado, vale la pena darle una oportunidad porque tiene cortes muy
agradables al oído, producto de su maravillosa mente inquieta.
Shine de
Bernie Marsden: La sombra de la
serpiente es muy alargada. Acercarse al disco de Bernie sin mostrar una
sonrisa cómplice en la boca es muy difícil. El viejo zorro ha creado aquí lo
que pudo haber sido el álbum que precediese al Saints & Sinners de Whitesnake. Una humilde y apenas
promocionada pero formidable obra, que registra los ritmos rockanroleros y
bluesies propios de la época británica de la Serpiente Blanca, al que se le
suman baladas, medios tiempos y un toque de AOR. Colaboraciones de lujo como
Joe Bonamassa o los purple Ian Paice y Don Airey. Pero el guiño está claro
cuando David Coverdale acepta de buen grado, tras su renovada amistad, revisar
en este disco uno de los clásicos creados conjuntamente allá por el año 1978: Trouble.
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