miércoles, 17 de julio de 2013

Seducir y destruir: Magnolia


  
    Rescatemos hoy una gran obra del cine contemporáneo.
   Estamos ante un melodrama que es resultado del cruce entre el David Lynch de Corazón salvaje y el Sam Mendes de American Beauty. Por cierto, esta última del mismo año 1999 y la que le arrebató ¿merecidamente? todos los premios. En fin, otra obra maestra.

   La película narra los acontecimientos sucedidos en unas pocas horas a unos imperfectos personajes llenos de remordimientos, recuerdos horribles y traumas, que están destinados a unirse de alguna forma. Todo ello encabezado por una introducción al más puro estilo tarantiniano. Ese modo de narrar (sin copyright) que más tarde heredarían magistralmente otros cineastas como Paul Haggis en Crash y en el que las historias, en principio subsidiarias, se vuelven primordiales abriéndose casualmente como pétalos por capas para formar una espléndida flor gracias a las estrictas reglas de la naturaleza.
   Se trata de un auténtico y extraordinario derroche por parte del guionista-director-productor Paul Thomas Anderson, ya que se unen en una misma historia nueve tramas que bien hubiesen dado para nueve grandes guiones y otras tantas películas.
  Algunos papeles parecen haber estado perfectamente fabricados para los actores, pues les vienen como anillo al dedo: Tom Cruise representando su realidad ficcionada y Julianne Moore al borde de la esquizofrenia, su mejor versión. Junto a ellos unas espectaculares actuaciones de ¿secundarios? de lujo como Jason Robars (¿un augurio de su propia muerte?), John C. Reilly, Philip Seymour Hoffman, Philip Baker Hall, William H. Macy o Melora Walters.
   Es una de esas películas que hacen que te pegues a la butaca por curiosidad, por imprevisibilidad, por intriga y por inquietud. Sí, es una de esas películas en las que hay mensajes encriptados que no interrumpen el desarrollo del film ni lo hacen en absoluto aburrido, pero que crearán múltiples comentarios después de verla. Varias escenas relacionadas con estas curiosidades pasarán a la historia de este arte y seguro que encabezarán programas relacionados con el cine. No se dejen engañar por estas imágenes.




    Seducir y destruir es el lema autoimpuesto por el personaje de Tom Cruise, y seductor y destructivo es este film en el mejor sentido, como lo es la banda sonora compuesta por temas de Aimee Mann. A ella se suman otras cuatro canciones. Entre ellas, The logical song de Supertramp. Qué bien suena esa canción con una copa en un bar pasada la medianoche. Juzguemos en silencio como hizo Frank C.J. Makey.





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