viernes, 1 de febrero de 2013

Un mal sueño


El otro día tuve un sueño. I had a dream, siempre quise decir eso. Soñé, bendita ilusión. Quise también poder decir eso algún día. Soñé, como decía, que en un reino muy muy lejano, en un tiempo muy muy cercano, el Dios de la Montaña les pedía públicamente a los ancianos enfermos que se diesen prisa en morir, que subieran al Monte Narayama para encontrarse con Él. Los pobladores de aquel reino se sorprendieron y molestaron, pero este dios les dijo que no se preocuparan y les explicó que todo era parte de un plan para mejorar las condiciones de vida. Estas fueron sus ceremoniales palabras: “El peregrinaje a la montaña es muy duro, pero mi pueblo es muy fuerte y lo entenderá”.

Todos quedaron absortos en sus pensamientos. Hasta que la vieja Orin, a la que le faltaban dos dientes, habló con voz convincente a los más viejos de la comarca: “Yendo pronto le haremos un favor al Dios de la Montaña”. Tatsue, su hijo mayor, la detuvo con el antebrazo. Pero ya era tarde, sus palabras se habían instalado en la memoria del valle. Otra vez volvían los pensamientos silenciosos. El Dios de la Montaña callaba y comenzaron los comentarios ininteligibles de los miembros de la comarca. Fue en ese momento cuando la voz divina descendió de nuevo: “¿No los obligo yo a vivir cuando desean morir? Pues ahora yo mando morir. Gran hambruna caerá sobre este lugar a menos que los ancianos se den prisa en morir. Por eso, los que están enfermos deben cruzar los siete valles y alcanzar la cima del Narayama”.

Mientras tanto, la serpiente que come ratones oteaba el escenario de la profecía desde la casa del árbol.

Risuke, el maloliente e hijo pequeño de Orin, alzó sus brazos y exclamó: "¿Por qué tenemos que mantener a las personas que solo comen y beben y no hacen ningún esfuerzo? Yo despertaría sintiéndome mal si fuese un viejo enfermo”. Todos los jóvenes se miraron asintiendo con sus cabezas, cerrando el posible debate, y se dispusieron a entonar la Balada de la Montaña:

Se nos ha prohibido sentir
pero nos ocultamos y sufrimos
El arroz blanco nos regala calor
y la nieve de lo más alto
nos brinda el último paisaje
que hemos de ver despiertos.


Entonces abrí los ojos susurrando los últimos versos de la canción y recordando una vieja película oriental. Me vestí, desayuné y abrí el periódico. Entonces me di cuenta de que la legendaria historia de Narayama se había hecho realidad.


2 comentarios:

  1. ¡Pues va a tener razón mi padre! Lleva un tiempo diciendo que en un futuro no muy lejano, cuando nos hagamos viejos y dejemos de ser productivos, nos pondrán una inyección y asunto resuelto. Cruzar los siete valles y subir hasta la montaña me parece una idea mucho más romántica pero, qué sé yo, igual cuando llegue el día me da pereza y elijo la inyección...

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