Desde hace poco vengo notando algo que resulta extraño, raro, artificial,
antinatural, erróneo y, además, bastante molesto. Yo soy así, me indigno por
tonterías.
Al navegar por la red, abrimos un blog, el twitter o el facebook de usuarios
canarios y nos encontramos con textos escritos en los que se utiliza de forma
habitual la segunda persona del plural (tenéis, buscad, hubieseis, detendríais,
habéis tocado...). Un uso, exceptuando pequeños reductos de nuestras islas, que
nada tiene que ver con la realidad lingüística del archipiélago.
Las nuevas tecnologías también usan la lengua para comunicarse,
afortunadamente. Y es cierto que el uso de la lengua en las redes tiene unas
características diferentes al uso habitual, pero no por ello deja de ser
lengua, ya que concluye con el mismo objetivo común: la comunicación. Todos
esos usos son aceptables. Otra cosa es cuando se vulneran, se cambian, se
amalgaman las formas adecuadas de cada situación de habla creando una forma
totalmente artificial. Una cosa es usar emoticonos o expresiones creadas para
ese tipo de medios y otra es intentar escribir usando las características
normativas de otro lugar distintas a las propias.
El asunto trasciende aún más. Este uso atropellado va más allá de los textos
escritos en la plataforma globalizadora. También lo podemos encontrar en la
lengua oral en los mismos soportes digitales o en las declamaciones en público.
Cuál fue mi sorpresa al encontrar un día en la puerta de mi casa a una chica de
mi pueblo que llegaba a venderme un producto que distribuye una empresa
peninsular. La chica aconsejaba usar ese producto con argumentos que «vosotros
mismos podréis comprobar» o «me llamáis para cualquier duda». Mis oídos
no daban crédito. Casi me desmayo al ver cómo combinaba un «ustedes» con un
«recordáis» sin inmutarse. A punto estuve de preguntarle si le había pasado
algo en la boquita.
Hace poco acudí a una obra de teatro infantil. Disfruté mucho: los niños
siempre producen esa sensación agradable cuando son protagonistas en algo. Pero
algo hizo saltar la alarma en mi cerebro: los parlamentos de la obra alternaban
las formas canarias y las formas peninsulares, creando un popurrí lingüístico
inexplicable.
¿Qué será lo próximo? ¿Pronunciar la /z/?
Superada ya hace muchos años la discusión sobre si existe un español estándar,
parece contradictorio que encontremos este hecho flotando en el aire cada día
más, como un virus.
Resulta un tanto quejoso que, cuando por fin aquellos profesionales de la
radio y la televisión que procedían de lugares como Canarias o Andalucía han retomado
sus acentos originales, empiece a usarse este tipo de características impropias
de las zonas y a imitación de otras más castizas. Fíjense en cómo se muestra
desde hace ya mucho tiempo el acento andaluz de María Teresa Campos o José
Antonio Maldonado sin ningún complejo, o el alivio con el que habla ahora un
entrañable Paco Montesdeoca al dejar fluir su acento canario más que correcto.
No sé cómo pudo mantener Cristina García Ramos su acento en aquella época en la
que era obligatorio pronunciar un español muy de Valladolid o Burgos, si se
quería trabajar en un medio de comunicación de amplitud nacional, y lanzar a
los cuatro vientos aquel «CoraSón, coraSón». En aquella época y, según algunos,
los españoles del sur, noroeste y nordeste (o sea, prácticamente el 65℅ de la
población) teníamos «problemas de dicción». En fin. No sé yo quién tendría el problema.
En contrapartida y, sin que mi asistencia sirva de precedente, me he
encontrado con la reciente incorporación de un cura a la iglesia de mi pueblo
que trasmite su misa haciendo uso de la norma lingüística canaria. Al principio
perecía extraño, tan acostumbrados nos tenían a la mezcla entre fragmentos
institucionalizados con un uso peninsular y el resto de fragmentos de plática
con un uso normativo canario. Pero paulatinamente el discurso se fue haciendo
más lógico y, sobre todo, más cercano.
De todas formas, será lo que tenga que ser: los caminos de la evolución
lingüística son inescrutables. Así que, podéis (pueden) ir en paz. Y que la
bendición del Señor descienda sobre todos vosotros (ustedes).