domingo, 11 de agosto de 2013

Una cena literaria

   La siguiente entrada no es una idea original sino que fue inspirada en la propuesta interesante de otro blog, que a su vez fue inspirado en otro… La idea era hacer una lista de personajes literarios a los cuales invitarías a una cena. Decidí dar mi aportación, aunque seguro que la lista cambiaría cada vez que la volviese a hacer. Sigo el orden en el que fue planteado este asunto:



   1.- Un personaje que cocina o le gusta cocinar. Jean-Baptiste Grenouille (El perfume de Patrick Süskind). Ya sé que sus “platos” son un tanto macabros y no son exactamente “platos”, pero no podemos negar que olfato tiene de sobra. Lo sé, lo sé, el morbo me corrompe.



   2.- Un personaje que patrocine la cena. Henrik Vanger (Los hombres que no amaban a las mujeres de Stieg Larsson). Dinero no le falta y, si atendemos a sus premisas, tendremos todo lo que pidamos.



    3.- Un personaje que monte una escenita. Ignatius J. Reilly (La conjura de los necios de John Kennedy Toole). Seguro que no nos dejará indiferentes. Algo se le ocurrirá de repente, aunque habrá que tener un poco de estómago.



    4.- Un personaje divertido. Alonso Quijano (Don Quijote de La Mancha de Cervantes). Por mucha distancia que haya en el tiempo, no deja de hacerme sonreír ni de inspirarme.



   5.- Un personaje popular. Voltaire (El jardín de las dudas de Fernando Savater). El personaje intelectual mezclado con el personaje de pasiones más humanas gracias a una mujer.



    6.- Un villano. El Diablo (El rabo del diablo de Francisco Galván) Me encanta que, por primera vez, el Diablo no quiera el alma del protagonista sino “tirarse” a su mujer.



   7.- Una pareja, no necesariamente romántica. El protagonista treintañero y sin nombre, Pablo López en la versión cinematográfica, y la adolescente Rosana, María en la película, (La flaqueza del bolchevique de Lorenzo Silva). Una relación que parte de una venganza y que se convierte en admiración, atracción y respeto entre ellos. Será interesante ver cómo se miran.



   8.- Héroe o Heroína. Allan Karlsson (El abuelo que saltó por la ventana y se largó de Jonas Jonasson). Lo mismo salva o mata dictadores que inventa la bomba atómica. Increíble.



   9.- Un personaje menospreciado. Carpo (A la intemperie de Álvaro Durán). Un desgraciado que puede ser cualquiera de nosotros, entrañable. Además puede llevar algún “condimento interesante” para después de la cena.



   10.- Un personaje de tu propia elección. Guillermo de Baskerville (El nombre de la rosa de Umberto Eco). Ante semejante elenco de comensales, deberá haber alguien que ponga algo de cordura en esta mesa.

viernes, 2 de agosto de 2013

Una misma fórmula y tres resultados diferentes

   Hay tantos buenos clásicos que aún no hemos leído, que normalmente no tenemos mucho tiempo para los bestsellers actuales. Sobre todo porque cuando se encuentra una fórmula que vende, se repite una y otra vez hasta la saciedad y el aburrimiento. No obstante, queremos destacar tres novelas que nos han producido cierto interés en los últimos diez años.




   Los hombres que no amaban a las mujeres. (Stieg Larsson, 2005). Stieg Larsson es una prueba más de que los novelistas del frío norte europeo y los títulos infinitos están de moda y de que en los últimos cincuenta años los autores que triunfan proceden del mundo periodístico. Es probable que García Márquez haya colocado una de las primeras piedras del camino. Pero el autor sueco nunca llegó a ver su obra publicada, ya que murió en 2004 de un infarto (demasiada afición a la comida basura).

   Como en la novela de Jonasson, de la que hablaremos más abajo, lo que más difícil se nos hace es retener toda la onomástica procedente del mundo de Ikea. Hay que hacer un pequeño esfuerzo, pero se puede. Se trata de una novela negra y de suspense (primera de una trilogía) con una trama complicada al principio por esa unión entre el enrevesado mundo empresarial y el periodístico, pero que rápidamente nos sumerge en la historia sin ningún problema en cuanto focalizamos el tema central del relato. Muy acertada en las descripciones de los personajes: es muy fácil imaginarnos ante qué tipo de seres humanos nos encontramos.

   La obra tiene dos adaptaciones cinematográficas, una sueca (un tanto fría como el país) y otra norteamericana (más vistosa), aunque en esta última existen algunas deformaciones con respecto a la versión original literaria.





   El código Da Vinci (2003, Dan Brown). Al margen de los errores históricos, geográficos o religiosos propios de los novelistas norteamericanos en cuanto al viejo continente se refiere (que podemos obviar en cuanto novela de ficción), nos encontramos con una trama intrépida, llena de acontecimientos en cascada que apenas nos dan tiempo de digerir el suceso anterior para sumergirnos en el siguiente. Quizás se echa de menos una redacción algo más literaria, pues la obra posee una escritura más cercana al guion de cine. Poco trabajo tendría el scriptwriter para redactarlo posteriormente y tener éxito con una buena película, aunque no nos acabemos de creer el personaje interpretado por Tom Hanks. Tras leer la novela algunos nos imaginábamos a un personaje algo más intelectual y maduro.



Quienes sólo saben contar la verdad no merecen ser escuchados

   El abuelo que saltó por la ventana y se largó. (2009, Jonas Jonasson). Humor por los cuatro costados al estilo de Eduardo Mendoza o Juan José Millás. Una narración que viaja del presente al pasado y viceversa para contar la historia imprescindible de un hombre a punto de ser centenario. Una historia inmersa en la Historia con gran maestría, dinamismo y desfachatez a través de una recopilación antojosa de hechos y una crítica social bastante ácida. Delirante narración que no pierde en ningún momento su hilo conductor en el que se producen encuentros surrealistas del protagonista con sórdidos personajes como Franco, Churchill, Mao o Stalin. ¿Que cómo es esto? Pasen y lean. Una vez leída se nos antoja que la manera irónica con la que despacha hechos históricos de cualquier índole sea la única forma verosímil de explicar nuestro disparatado presente. ¿Para cuándo la película?